El cielo, mi cielo.

 Cambió caprichosamente el futuro a su antojo, realmente hizo lo que le dio la gana y jugó con mi corazón a una historia "interminable". Su sonrisa cautivaba y su mirada enamoraba, era despreocupado y bastante temerario. Una vez me dijo "Quisiera ser el cielo, así te vigilaría, sabría dónde estás y te protegería" ¿Crees que me he olvidado de esa frase? Aún la recuerdo, aún recuerdo todo lo que vivimos y también recuerdo cuando te fuiste para no volver. Aquel día sentí que mi mundo se quebrantaba como un jarrón de porcelana al impactar contra el suelo, ¿ya se había acabado? Aquella felicidad...¿Se había desvanecido, así, tan deprisa? Evitaba llorar, pero las lágrimas salían solas -unas lágrimas bastante amargas sea dicho de paso- y me acababa por secar las mejillas con los puños de tu jersey favorito..., sí, aquel jersey azul de topos negros, aquel que tanto te gustaba y que olía a tu perfume. Cada vez que acerco el cuello de tu jersey a mi rostro me embriaga tu esencia, recuerdo cada mañana que me desperté a tu lado y cada noche que dormí entre tus brazos. Hay mucho que decir, pero muy poco tiempo para expresar. ¿Sabes? Después de cuatro años, después de huir de donde un día fue nuestro hogar, después de dos largas relaciones;
sigo enamorada del cielo.



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