#1


Quiero hacer algo importante  y obtener un reconocimiento por ello. ¿Cambiar la historia? No para tanto. Solo quiero hacer lo que me gusta, las cosas que me gustan. Ser afortunado y tener más de una habilidad la cual poder explotar al máximo y vivir de ella. Se nace con el talento, no te formas en ello. Alguien con talento poseerá mayor facilidad para llevar a cabo sus metas que un “rookie” en la materia. ¿Ambición? Quizás, pero quizás sea la ambición la que nos lleve a grandes metas. La ambición es la que me hace seguir vivo, la ambición es la que me hace seguir queriendo destacar y que gente como ellos vivan a la sombra de mis méritos. Como una banda sonora de una película bélica quiero hacer llegar a todos los rincones mi nombre, que retumbe contra los callejones y se cuele en las cabezas de la gente. Caminar por la calle y que te reconozcan por tu trabajo. No busco la fama como medio de escape y forma de vida, simplemente quiero que se me conozca. ¿Aparecer en libros? No, no me gustaría. Si en algún libro quiero aparecer que sea en la portada de las novelas que están al porvenir; de mi propia mano, de mi propia sangre, de mi propia creatividad. Coger los libros y ver tu nombre en la portada ya sea de cuero o simple papel, que el orgullo te invada y que recorra cada centímetro de tu cuerpo. Abrir el libro por la mitad e inhalar el aroma del papel nuevo,  mejor que la nueva fragancia de cualquier empresa de cosmética francesa. ¿He puesto el listón demasiado alto? No, no lo creo, porque estoy seguro de qué podré conseguirlo, solo tendrás que esperar para verlo con tus incrédulos ojos.

Los chicos y las chicas nunca podrán ser amigos.

Al menos en mi caso.

Me tumbé en la arena -que se colaba por mi camiseta y me molestaba, pero la ignoraba- El agua del mar se acercaba peligrosamente a mis pies, pero también lo ignoraba. Cerré los ojos y me concentré en una cosa: mi penosa vida. Mi vida no tenía buen curso desde hace año y medio, cuando Thomas se fue. Desde entonces mi vida no ha sido nada. Mi cabeza albergaba un desorden emocional tan inmenso que podría tumbar al mismísimo Hulk con solo gritar. Era un día de verano, sin embargo había brisa, una brisa fresca que hacía que la dichosa arena me azotara en la cara con un extraño sentimiento de vagueza. Tampoco me importaba, seguro que te lo imaginabas. El agua del mar me bañó hasta cintura, el tacto de la ropa mojada pegándose sobre la piel es verdaderamente incómodo, dentro de unos minutos lo sería más. "Maldito niñato" Pensaba cada vez que el nombre Thomas se formaba en mi mente. En verdad él nunca supo nada, pero me reventaba que aún demostrándoselo no lo supiera. Hay que ser... ¡Oh! Un cangrejo se ha dispuesto a hacerme una visita, ¿me querrá picotear o simplemente pasará de lado? Se ha quedado a medio camino. Quizás se haya distraído con algo al igual que yo he hecho con él. Lo siento, me distraje, ¿por dónde iba? Bah, ya no lo recuerdo, pero me apetece hablar de las tontas costumbres de Tom:

La primera: No le pone azúcar al té, le pone miel.
La segunda: Su manía de subirse las gafas cada dos por tres.
La tercera: Cambiaba de sitio el mando de la T.V "".
La cuarta: Cambiaba de canal cuando había mucha tensión en una película.
La quinta: Si tocaba su móvil, lo volvía a poner en su posición.

Y... No sé qué pinto en una playa mientras atardece y recuerdo cosas de Thomas. Como ya lo habrás notado, tampoco me ha importado, pero ahora sí que empiezo a tener frío. Si me disculpáis, nos vemos mañana en el parque, probablemente está tumbada debajo de algún árbol mientras pienso en lo mismo e ignoro todo lo que ocurre a mi alrededor. Esa es mi rutina, que me haya acostumbrado no significa que me guste.


Carente de ti.


¿Qué es lo que en verdad soy, qué cometido tengo en la vida? Oh, si no sé ni en qué día vivo, ¿voy a saber sobre eso? La rutina me cansa, todo es monótono, se repite una y otra vez. El olor de tu tabaco mezclado con tu Versace -aquel perfume violaba mis sentidos y hacía que tú fueras el que ocupara mi mente día y noche-, el aroma a café a las tantas de la madrugada, el calor de tu cuerpo bajo las sábanas. Es todo igual, no cambia: estás ahí, pero no para mí. Me levanto a las 6:00 am cada día para ir al museo a trabajar, me llega el aroma a café recién hecho y el tuyo propio, tu perfume desaparece de mis vías respiratorias al inhalar el fuerte olor de las pinturas de la restauración del cuadro -aunque permaneces en mis pensamientos- y por las noches solo me dedicas un “Hasta mañana”. Ellas te tienen y yo no, ¿cómo es posible si yo soy tu esposa? Entiendo que tu trabajo consista en complacer al público con tu música, miles de jóvenes hormonadas gritan tu nombre en los conciertos –lo que te satisface enormemente-, millones de fans van a las firmas de tus discos, te sacas fotos con ellos… ¿sabes cuál fue nuestra última foto? Aquella en la que salimos en un patio de Córdoba, hace dos años. Desde entonces no ha habido ninguna caricia, ningún susurro, ningún mordisco que me arranque el alma. En ocasiones no vienes a casa a dormir y no sé cómo tomármelo, ¿serán solo los cuadros deteriorados los que me vayan a acompañar durante mi vida? Giro la cabeza en dirección a tu lado de la cama…vacío, frío, inmaculado; igual de huérfano como mi corazón.

El cielo, mi cielo.

 Cambió caprichosamente el futuro a su antojo, realmente hizo lo que le dio la gana y jugó con mi corazón a una historia "interminable". Su sonrisa cautivaba y su mirada enamoraba, era despreocupado y bastante temerario. Una vez me dijo "Quisiera ser el cielo, así te vigilaría, sabría dónde estás y te protegería" ¿Crees que me he olvidado de esa frase? Aún la recuerdo, aún recuerdo todo lo que vivimos y también recuerdo cuando te fuiste para no volver. Aquel día sentí que mi mundo se quebrantaba como un jarrón de porcelana al impactar contra el suelo, ¿ya se había acabado? Aquella felicidad...¿Se había desvanecido, así, tan deprisa? Evitaba llorar, pero las lágrimas salían solas -unas lágrimas bastante amargas sea dicho de paso- y me acababa por secar las mejillas con los puños de tu jersey favorito..., sí, aquel jersey azul de topos negros, aquel que tanto te gustaba y que olía a tu perfume. Cada vez que acerco el cuello de tu jersey a mi rostro me embriaga tu esencia, recuerdo cada mañana que me desperté a tu lado y cada noche que dormí entre tus brazos. Hay mucho que decir, pero muy poco tiempo para expresar. ¿Sabes? Después de cuatro años, después de huir de donde un día fue nuestro hogar, después de dos largas relaciones;
sigo enamorada del cielo.



Alquimista de confusiones

  Etc...Etc...Etc... Aquel era tu comodín, dejabas tus palabras en el aire, finalizando la conversación con un pobre y seco "etc..." Su mirada me trastornaba, sus pestañeos me hacían enloquecer y sus sonrisas envenenaban mi corazón. ¿Alguna vez he tenido miedo? Sí, miedo de que aquello fuera a más, miedo de perderte, miedo de distanciarnos por aquel sentimiento. ¿Sabía diferenciar el amor de la amistad? No, no lo sabía, ¿qué era el amor? Sé que es aquello que todo el mundo ansía, pero realmente...¿Qué es el AMOR? ¿Era eso que me haría sentir mejor sin importar lo que me ocurriera o sólo era aquello que buscamos para llenar el hueco que se halla dentro de nosotros? Sinceramente no lo sé. Una vez jugué a sentirlo, pero no conseguí nada, solo la sensación de estar más vacío aún. Creo que me malcrié en ese sentido gracias a las películas románticas, el prototipo de pareja perfecta, la idea del amor verdadero. ¿Creer en ello? No lo sé ¿Una alma gemela? Ni idea. Quisiera abrir los ojos, pero su recuerdo me lo impide. Ella era como una mezcla de armonía y encanto, era algo MARAVILLOSO. Oh Dios, no me digas, ¿estoy enamorado de ella? No, no puede ser, aunque es algo que nunca he sentido...¿Será simplemente que la adoro y ya? Esto es demasiado confuso. Mierda, el café se me ha enfriado...Voy a calentarlo de nuevo.

Dream.

 Aquello fue un sueño, sí, un sueño, pero me pareció demasiado real. La bala le había dado en la cabeza y la sangre me había salpicado en la cara. Me llevé las manos al rostro, la sangre hervía y un grito fue arrancado de mi garganta. Alguien me cogió de la muñeca y gritó un “¡Idiota, si te quedas de pie te matarán a ti también!”. El extraño corría y me llevaba con él. Miles de furgonetas se hacían paso entre la multitud de malheridos y familias en pánico, furgonetas llenas de rebeldes afganos armados hasta los dientes.  Llevaba un fusil de asalto, pero no era mío, seguramente lo hubiera encontrado en el suelo. El corazón me palpitaba fuertemente, como si de martillazos se trataran. Me había quedado sorda del oído derecho al haber estallado una granada cerca de donde me hallaba, tan sólo había un pitido, largo e intenso. ¿Cuánto iba a durar esto, cuánto tiempo tenía que vivir en este sueño? Una madre afgana con su hijo entró desprevenidamente en la casa donde nos aguardábamos mi compañero y yo, por acto reflejo disparé; dejando huérfano a un niño de unos ocho años. Había matado a una persona y había dejado sola a otra. ¿Qué iba a hacer, ir al niño y pedirle perdón? Solo se me ocurría correr y huir de aquel infierno. Ni sé ni quiero saber cuántas horas estuve con un fusil en las manos, sólo sé que al despertar sentí un gran alivio y di gracias de  no vivir eso en carne propia. 

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 Era la última página del cuento de hadas en la que todo arde como si nada hubiera sido importante, como si el argumento hubiera sido en vano, cada esfuerzo, cada lágrima, no valieron para nada.