Siempre fue así

 Verdaderamente él siempre fue así, no había manera de darle la vuelta a las cosas y que pareciera distinto. Sonreír era su rutina.
Su desgastado y caducado humor me sacaba de las más sinceras sonrisas, algo que muy pocas personas podían hacer. Su oscuro cabello, que caía rebeldemente sobre su rostro, que a la vez caía lacio marcando cada centímetro de su mandíbula, sus verdes ojos, que transmitían más que un abrazo en un día triste, y por último su blanca y suave piel. Simplemente era perfecto; desde su personalidad hasta su físico.
Tocaba las más melodiosas notas en su vieja guitarra, unas melodías que, al cerrar los ojos, te envolvían y sentías que las notas se colaban entre los poros de la piel, llegando a tu sangre y relajando tus pulsaciones.
La habilidad que tenía al jugar con las cartas, los chistes que contaba, la esencia que desprendía. ¿Cómo iba a poder olvidar a semejante persona?
Se fue, como todo que se inicia y se termina. Empezó nuestra agradable amistad, pero acabó con tu marcha.
Me arrepiento de no haberte dicho nada en todo aquel tiempo, me arrepiento de no haber sido valiente, me arrepiento de ser tan cobarde.

Cartas de amor caducado

 Siempre mandaba cartas, aquel desconocido que declaraba su amor a la persona equivocada. Desde hace tres meses recibía cartas para una mujer, claramente no eran para mí ya que soy un hombre. Recibía cuatro cartas por semana, las cuales guardaba con una pizca de cariño. Después de aquellos tres meses decidí investigar sobre aquel misterioso remitente, pero había fallecido hace ya un tiempo. Miré en una de las cartas la dirección y me dispuse a ir. Una sencilla casa de color blanco y tejas rojas, con una valla blanca que bordeaba el solar. Me abrió la puerta una hermosa mujer de cabello rubio, ojos color miel y piel clara.
-¿Desea algo?-Preguntó.
Su voz me envolvió en un aura de relax… Después de salir de mis pensamientos saqué una de las cartas y se la mostré.
-Ah, ya veo.-Se hizo a un lado.-Pase, por favor, ¿quiere tomar algo?
-No, gracias, tan solo venía para saber quién me mandaba todas las cartas.-Mire a mi alrededor.-El remitente está muerto así que me entró curiosidad.
-Soy su hija.
-Perdone.
-Fue hace tres años, pero encontré hace poco las cartas y tenía la necesidad de que alguien más que yo las leyera, son increíbles.
-¿A quién están dirigidas?-Pregunté curioso.
-A mi madre, mis padres se separaron cuando yo era pequeña. Mi padre escribió todas esas cartas mientras estaban juntos, pero nunca se las dio. Mi madre se mudó y nunca supo de la existencia de dichas cartas.-Se rascó la nariz.- ¿No las has tirado?
Sonreí.
-No, al contrario, las he guardado… Son muy… No sé qué decir.
Me cogió de la mano.
-Gracias…
Le miré fijamente a los ojos. Dios, qué bonitos eran, si tuviera que describir la perfección diría que era ese bello ser que se hallaba en frente de mí.
Quizás nunca lo hubiera imaginado, nunca habría imaginado que las cartas de un hombre a su ex-mujer, ambos  fallecidos, unirían a dos personas totalmente ajenas involucrándolas en una nueva relación.

Aún no estoy preparado para el cambio

 Es aquella nana que me recuerda mi infancia, esa nana que siempre me cantabas. Aquella desolada mansión en mitad de la nada, apartados del mundo, donde sólo tu hermosa voz me acompañaba. Padre siempre estaba fuera de casa y apenas le veía, en cambio tú pasabas día y noche en mi habitación cantándome, y de vez en cuando sacándome a dar una vuelta por los grandiosos jardines que rodeaban la gran casa. Una casa vacía de sentimiento donde vivíamos, una casa donde poder esconderte, perderte y nunca encontrarte. Me prometías el cielo y el mar, un hermoso mundo del cual poder disfrutar, un mundo donde poder ser libre. Ahora que no estás mi vida ha cambiado, ahora que vivo fuera de esas paredes que me protegía mi vida ha sufrido grandes estragos, siendo esclavo de mis sentimientos, siendo esclavo de lo que tú siempre me contaste con tanta calidez. Quizás aún sea ese niño que se escondía detrás de su madre, quizás sea aún ese niño que miraba a la luna como si fuera la cosa más bonita que haya visto en su vida, quizás no estuviera preparado para este cambio y aún añore tu voz y tu cariño.

 Sólo buscaba ese suspiro arrancado de tu garganta, ese suspiro que me hacía soñar, ese suspiro que me hacía feliz. Tus sencillas palabras hilvanadas entre sonrisas, miradas cristalinas que decían más que tus cuerdas vocales, caricias dulces, expresiones rebeldes. Me fui ahogando lentamente en el orgullo de no pedir perdón, me fui ahogando en mis propias lágrimas, cavando yo mismo mi propia tumba. Qué difícil es pedir perdón cuando las cosas se han complicado, qué difícil es pedir perdón cuando tú eres el que agrava la situación. Simplemente una persona egoísta, orgullosa, narcisista y egocéntrica como yo no es capaz de pedir perdón.
Andabas detrás de mí siempre diciendo "te quiero" y yo esquivaba tus palabras. Andabas detrás de mí pidiendo perdón por cosas insignificantes y yo te ignoraba. Te gritaba por cualquier nimiedad.
Solo te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes; cuando te vi abrazado a él sentí que mi pequeño jardín de ilusiones se incendiaba. Fue entonces cuando por primera vez lloré, cuando mi corazón se encogía, cuando me dolían los pulmones de mi entrecortada respiración; fue cuando me di cuenta de que estaba enamorado.

Tan sólo era una niña perdida en un bosque, una niña que se había escapado de su grupo. Alguien que quería respirar en soledad, alguien que quería admirar su alrededor en el absoluto silencio. Corría entre los árboles, las hojas secas crujían, la niebla empezaba a apoderarse de la zona. ¿Qué haría ahora, que no tiene a dónde ir? Mira nerviosa el entorno ¿Habrá algún animal salvaje? Incrédula niña que se cree mayor e intenta explorar los alrededores, aún no tienes la suficiente edad para volar como un pájaro libre.

   Inconscientemente siempre cogías mi mano, sin llegar a pensar que se pudiera originar en mí un sentimiento tan fuerte. Me cogías la mano, me mirabas y me sonreías; esa era la rutina. Una y otra vez lo hacías, pero con el cariño de la amistad de apoyo, aún yo queriendo que ese cariño variase durante unos minutos, suficientes para disfrutar de tu compañía. Te quiero, te deseo… ¿Palabras mayores? Te amo. Me sonríes y me miras, regalándome sin condiciones lo que nunca será de mi posesión totalmente. Algo de lo que disfruto pero que  me hace esclavo, quizás sea un dolor dulce, un dolor cálido; un dolor que soportaré en esta amistad por ver tu sonrisa cada mañana, por sentir el tacto de tu suave mano en mi áspera piel.

Un cigarrillo a medio consumir, un hombre en el suelo que derrama lágrimas mientras mira a un punto indefinido del cielo, apoyado en una tumba de piedra, deshaciéndose en dolor.
El pasado, sí, el pasado. Nunca debería removerse, pero yo lo hacía aun sabiendo las consecuencias. El cálido tacto de tu piel sobre la mía, tu perfume, tu sonrisa, tus besos…Todo destrozado por las imágenes que me atormentan día y noche. Maldita sea la hora en que cogí el coche, maldita sea la hora en la que decidí adelantar al de enfrente colándome en el carril contrario, malditos los neumáticos que resbalaron en el mojado suelo y que nos hicieron impactar contra aquel camión. Mi vida entera se basaba en el luto y en tu recuerdo, acercándome cada mañana del mes de abril a donde yace tu cuerpo sin vida. Un lugar que me roba el alma sin compasión. Cada tumba, cada flor, cada epitafio me hace morir por dentro y manifestarlo con un descontrolado llanto a los pies del nicho. 

Falsas esperanzas que hunden mi ser

 Es ese frío aterrador el que me recuerda tu sonrisa... Han pasado tantos años desde la última vez que te vi que a penas recuerdo tu rostro. Paseo por las mismas calles donde nos solíamos ver, frecuento los restaurantes y cafés donde nos reuníamos, con falsas esperanzas de volverte a ver.

Felicidad hecha añicos

  Ayer puse la televisión después de mucho tiempo y vi tu programa favorito... Corrí hacia el teléfono para llamarte y decírtelo... Pero fue cuando entonces me desmoroné, recordando que tú ya no estabas a mi lado y que nunca regresarías, pues a donde te marchaste no hay vuelta jamás.

La muerte de los amantes 2ª Parte

Leonard, nunca apareciste… llegué a pensar que nunca recibiste la nota, pero mi criada me afirmó que llegó a tus manos. Te esperaba en la panadería, donde poder huir contigo, pero nunca apareciste. Me deshice en lágrimas, esperaba que vinieras a por quien amabas. El corazón se me fragmentaba en pedazos, de los cuales pocos quedaron juntos. Mis piernas temblaban ante la idea de no verte y tener que estar casada con alguien a quien no amo. Te deseo, te necesito… No puedo vivir toda una vida llorando a espaldas de los demás… Prefiero morir a vivir arrodillada ante ese bastardo. Una esclava, sólo sería eso, alguien con mi futuro esposo  se desahogue cuando llegue ebrio, alguien que debe formar una familia para contentar a sus padres, alguien que no sirve de nada en esta sociedad… Corrí hasta el bosque, donde nadie pudiera verme llorar,  donde ni las ánimas pudieran encontrarme, un lugar donde mi corazón pudiera morir en silencio.

La muerte de los amantes 1ª Parte

    Un simple poeta que se enamora de la persona inapropiada, ése era yo; Leonard, que se enamoró de lady Marion, que a su vez estaba prometida con el primo del rey.  Escribí mil y un poemas retratando su exuberante belleza; sus ojos cristalinos, que dejaban ver la verdad; su largo cabello, como si de hilos de oro se tratasen…Su esbelta figura, su grácil andar… Toda ella era inspiración para los más rebuscados poemas.
Mis visitas a su alcoba se repetían a menudo. Ella decía que me amaba… ¿Era verdad o sólo me quería por mi escritura? Un don que a la vez me corroía, un veneno que traspasa la piel y deja huella en el papel. Mi intimidad se reflejaba en las hojas sueltas donde me desahogaba.
Marion ya no estaba a mi lado, me había traicionado. No soy persona sin ella, mi razón me abandonó, me sumí en las más oscuras palabras que empezaban a rodearme. No había razón, no había sentido de vida sin su sonrisa, sin sus miradas. Dejé que el peso de mi cuerpo hiciera lo que yo no me atrevía a hacer. El mar chocaba violentamente contra  las rocas del acantilado, la lluvia limpiaba el rastro de mi vida en la Tierra, el agua me rodeaba. Noté el impacto de mi cuerpo contra las rocas del fondo…Fue cuando la oscuridad me rodeó, sin dejarme escapar, huyendo a otro mundo, donde no pueda llorar.





El tiempo a veces no cura las heridas


  “Gracias por quererme” Fueron tus últimas palabras. En un acantilado, allí estaba sentado, derramando lágrimas que morían en la inmensidad del mar que se hallaba debajo de mis pies. Allí te llevaba en tus últimos días, para contemplar los atardeceres mientras el agua chocaba sutilmente contra las rocas produciendo una melodía relajante…Pero hoy el día se ennegrecía, el cielo estaba encapotado por las nubes y el oleaje chocaba violentamente. Faltaba algo, me faltabas tú. Estúpido universitario que se enamora de su profesora de literatura, estúpido universitario que nunca fue capaz de defenderse por sí solo. Aun sabiendo de tu enfermedad terminal te quise como nunca quise a nadie, siempre me recordabas tu cercano final, pero yo hacía oídos sordos ya que siempre pensé en un futuro junto a ti.
Ahora soy profesor de literatura en la universidad donde tú un día lo fuiste, y tengo mi corazón cerrado a las personas… Quizás un nuevo amor haga olvidar, quizás un nuevo amor me realce la apagada vida que llevo desde entonces...Pero me niego a olvidar tu sonrisa, me niego a permanecer al lado de otra persona que no seas tú, me niego a sustituirte…