Un cigarrillo a medio consumir, un hombre en el suelo que derrama lágrimas mientras mira a un punto indefinido del cielo, apoyado en una tumba de piedra, deshaciéndose en dolor.
El pasado, sí, el pasado. Nunca debería removerse, pero yo lo hacía aun sabiendo las consecuencias. El cálido tacto de tu piel sobre la mía, tu perfume, tu sonrisa, tus besos…Todo destrozado por las imágenes que me atormentan día y noche. Maldita sea la hora en que cogí el coche, maldita sea la hora en la que decidí adelantar al de enfrente colándome en el carril contrario, malditos los neumáticos que resbalaron en el mojado suelo y que nos hicieron impactar contra aquel camión. Mi vida entera se basaba en el luto y en tu recuerdo, acercándome cada mañana del mes de abril a donde yace tu cuerpo sin vida. Un lugar que me roba el alma sin compasión. Cada tumba, cada flor, cada epitafio me hace morir por dentro y manifestarlo con un descontrolado llanto a los pies del nicho.
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