Me atrapó entre sus delicadas manos, ella hacía que me debilitase; sus miradas, sus caricias, sus palabras, era como tenerla debajo de mi piel. Siempre estaba ahí, la tenía a mi lado en cualquier momento, no me dejaba escapar y suspirar en paz. Creía que le amaba, pero simplemente era un sentimiento confuso y contradictorio, ella era la encaprichada y yo su víctima.
Mi cuello era mordido por ella cada noche, mis labios besados cada mañana por los suyos, mis manos cogidas cada día por las suyas. No podía escapar, estaba dentro de mí, en mi débil corazón, debajo de mi suave piel y corriendo por mis venas; aunque lo negase, ella era mi razón de vivir. Maldito ser sumiso que se hallaba delante de una rebelde fiera, ojalá cambiase el rol.
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