"(..)Me miró con sus característicos ojos de chico inmaduro, con lágrimas a punto de desbordarse de sus ojos. Le odiaba por hacerme sentir aquello, cada vez que le veía, siempre caía en la tentación; él era mi pecado. Cogí su barbilla y le miré profundamente, me perdía en sus oscuros ojos sin saber lo que sentía. Me incliné hasta posar mis labios sobre los suyos. El cálido tacto de su piel me estremecía entero y la adrenalina se apoderaba de cada centímetro de mi ser. ¿Y si nos descubriesen? Probablemente él siempre podría decir que yo le obligué y podría salvarse con unas cuantas capas de falsedad, ¿pero y yo? Me fusilarían. Qué bello destino, metros bajo tierra, sin un hilo de vida.
Le besé de forma suave y lenta, un beso intenso y reconfortante. Me separé unos centímetros de su rostro.
-Te necesito… Como un corazón necesita un latido por débil que sea.-Susurró mientras derramaba lágrimas.
Deslicé mi mano por su rostro, deseando cada gesto suyo, cada sonrisa, cada mirada.
Era tarde para arrepentirse, tarde para volver hacia atrás, tarde para negar lo ocurrido. Le amaba y eso lo tenía claro. Yo era su protector y él mi tentación. Despertaba mi insaciable lujuria, mi incansable pasión."
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