No quiero que te vayas.
No quiero que me dejes.
No quiero que me olvides.
Siempre me protegiste, siempre cargaste tú la culpa de mis actos. Siempre tú, nunca yo. Te desahogabas con mi cuerpo y te perdías entre mis besos, los cuales llegaron a saberme amargos debido al dolor que en ti se hallaba, tú eras el que cargaba con la vergüenza de este amor. A escondidas, en las sombras, a espaldas de los demás me hacías tuyo. No importaba el lugar, solo nosotros. Tus oídos ignoraban los rumores aferrándote a mis suspiros. “Escapabas” del mundo ahogándote entre mis labios.
¿Por qué nunca dejaste que aceptara mi culpa, por qué nunca dejaste que yo confesara?
Nunca me dejaste actuar.
No me dejaste confesar.
Y ahora que tú no estás… ¿Qué haré yo?
Nunca pensaste en ello, nunca imaginaste qué sería de mí sin ti, simplemente te conformabas con vivir el momento.
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