Era hora de darle un final.

Anoche bebí y fumé. Creo que nunca me había encontrado peor.
 Como siempre, me prometiste venir, y como siempre, brilló tu ausencia.
Me encontraba sentado en un banco de la Plaza España, a las 12:40 pm, horas en las que sólo podía oír mi propia respiración. Alejado del consumismo que se encontraba por el día en las agitadas calles de Madrid, alejado del estrés con el que se vivía en dicha ciudad, alejado de tus mentiras. Era la segunda cajetilla, ya estaba mareado y con ganas de vomitar, el malestar físico se apoderaba de mí y no me iba a dejar escapar. Mis lágrimas corrían como si fueran las de un niño pequeño, ya me hacías demasiado daño. Eres egoísta. Los demás decían que al menos te tenía, ¿pero esto es tenerte? Simplemente juegas con mi ser, juegas a creer sentir amor, y siempre soy yo el pringado que se queda, con la débil esperanza de que esta vez vengas. ¿Qué he hecho mal? No lo sé.  Tú eres la culpable de mi situación, de mi estado, tú y tus mentiras, tú y mis falsas ilusiones.
Tiré la cajetilla a la carretera, empecé a ahogarme en lágrimas. No vendrías, ni ahora, ni hoy, ni mañana, nunca. ¿Cuántas veces nos habremos visto desde que empezamos, seis veces? Saqué el móvil y empecé a escribir un SMS: “Hemos cortado”. Lo envíe y me levanté. Sentí que me había liberado de unas pesadas cadenas, sentí que ya no estaría en una situación parecida, pero también sentí que me equivocaba al hacer esto,  no estaba seguro de lo que sentía.
Caminé por Gran Vía, parece mentira que fuera Madrid… Tan tranquilo, tan silencioso. La única que me acompañaba era la soledad. El frío me agarraba para no dejarme escapar, pero no me importaba, suficientes problemas tenía como para preocuparme de ello. Andaba mirando hacia el suelo, lamentando cada día que estuve a tu lado, odiando cada día que me dejaste con tan solo el calor de una chaqueta. Para mí siempre fue un “nosotros” para ti un “yo”, creías que con un vulgar mensaje en Facebook lo arreglarías todo, pero las cosas no son así. Tus sonrisas  se volvieron falsas y llenas de desprecio, mientras yo procuraba que las mías fueran las más sinceras que hubieras visto en tu vida. No sé qué prefiero ahora, vivir con tu permanente ausencia o vivir con tus imperdonables excusas baratas. Escoja lo que escoja TÚ no estarás a mi lado. ¿Olvidarme de todo? Es algo que se me haría imposible. El roce de tu cuerpo, tus miradas, tus besos… Todo ello hacía que olvidara mi enfado y me sumiera ante ti. Si te dijera que te desprecio te mentiría, si te dijera que te perdono sería idiota, si te dijera que te sigo queriendo sería cometer la mayor estupidez del siglo, porque sería la verdad.
Caminaba en silencio, sin palabras ajenas que llenen mis oídos de frustración, sin besos   que arranquen la piel de los labios, sin nadie que me hunda en un pozo de desesperación. Caminaba libre pero dolorido, como un pájaro al que han liberado pero tiene un ala herida; volará, pero podrá caer fácilmente hasta que se recupere.

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