If you really love me, you can remember me.

Act VIII
Karan Johnson

Sentía su miedo, ¿de verdad pensaba que le iba a atacar?
-Déjalo, no pretendo ser gracioso ni nada.-Dije irónicamente.
-¿Quién era su presa?
-No lo sé, lo olvidé.
-No mientas.
-No miento.-Sonreí.
Me levanté.
-¿Qué vas a hacer, morir de sed?
-Supongo.
Dailos me miró.
-Bebe de mi sangre.
-No quiero.
-Si no te cedo mi sangre, a lo mejor…
-No atacaría a su hija.
-Bebe de mi sangre, te lo suplico.
El grato olor de la sangre de Dailos me tentaba, su veneno me desataba, ese veneno que sacaba la bestia que soy a la luz. Me tiré encima de él, quedando arrodillados, pero yo encima, frente a frente. Cogí su barbilla y moví su cabeza, dejando el cuello a mi total disposición.
-¿Estás seguro?-Pregunté.
-Totalmente.-Respondió firmemente.
Desabroché el cuello de su camisa y acaricié su yugular. Me sentía como con él hace quince años. Lamí la parte del cuello a morder y hundí mis colmillos, notando como atravesaba la carne.
-Ah.-Suspiró  Dailos.
Agarraba su nuca con mi mano izquierda, la derecha la tenía colocada en su cintura, atrayéndolo hacia mí. Cada vez succionaba más sangre, manchando las camisas de ambos y dejando gotas en el suelo. La esencia de su sangre me llamaba, no me dejaba marchar, me pedía que siguiera succionándole la vida. Dailos se agarró fuertemente a mi camisa, empezaba a notar un ligero dolor al yo succionar su sangre.
-¡Ah!-Gritó mientras se resbalaba en la sangre y caía hacia atrás, provocando mi caída.
-Vaya, has roto la camisa.-Anuncié.
La camisa se había quedado abierta y los botones se habían esparcido por todo el suelo. Dailos me miró, aún agarraba ambas partes de la camisa. En sus ojos asomaban unas lágrimas que amenazaban con deslizarse.
-¿Te dolió mucho? Si es así, perdóname.-Me acerqué y lamí la zona de la herida, retirando toda la sangre restante.
Dailos temblaba. Me moví un poco; estaba sentado encima de su pelvis y quizás eso le incomodaba. Lamí mis manchados dedos y me levanté.
-Siento haberte mordido, ah, tranquilo, no te vas a convertir.
Cogió mi mano y me obligó a agacharme.
-¿Quién eres?-Susurró a mi oído.
-Karan.-Respondí.
-Deja el teatro barato.
Sonaba bastante serio.
-¿Quién sabe?
-Tú.
Me acerqué a su rostro y sonreí.
-Oh, no me digas que lo has olvidado, recuerda pues.-Rocé mis labios con los suyos.
¿Quería que me dejase de teatro barato? Lo haré, ahora que he conseguido su sangre, ahora que he verificado la identidad de ese hombre que me había acogido.
-¿Recordar?
-El mentiroso aquí eres tú.
Me quité la camisa y me levanté.
-Necesitaré otra camisa, ¿puedes darme una de cuando tenías veinte años?
Dailos me miraba seriamente, notó que recalqué el “veinte años”.

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