Act VII
Dailos Frinnegan
Mentía, empezaba a recordar y no quería decirlo. Se notaba ya que su actitud había variado bastante desde que lo encontré en la calle. Empezaba a saber algo más de él, por poco que fuera, al menos sabía algo. La tenue luz del fuego resaltaba su elegante perfil digno de un noble, el cabello caía sutilmente sobre su rostro. Nunca me había quedado tan ensimismado con una persona. Quizás no sólo él debía recordar, quizás yo también debía hacerlo. Miré hacia el fuego. ¿Se habrán quemado mis recuerdos hacia esa persona, si es que existieron alguna vez? Por insignificante que sea, como si fue un encuentro en el mercado, yo tenía algo que ver con ese hombre.
-¿Pasa algo?-Preguntó.
Me sobresalté.
-No, nada, estaba pensando.
-No pienses mucho.
No pude sostenerle la mirada.
-Creo que voy a tumbarme un rato, me encuentro mal.
-Si necesitas algo…
-No, no necesito nada.-Me levanté y me marché.
Karan empezó a toser aún más fuerte, lo que hizo que me preocupase.
-¿Karan, estás bien?-Preguntó Sophie.
Sin responder a la pregunta se marchó apresuradamente a encerrarse en el baño, le seguí para averiguar la causa de su malestar.
-Karan, abre.
No obtenía respuesta.
-¡Karan!-Grité.
El cerrojo se movió y la puerta se abrió. Karan estaba sentado en el borde de la bañera con un pañuelo en la boca manchado de sangre. Me acerqué, la bañera tenía salpicaduras y un reguero de la misma sustancia. Temerosamente me agaché.
-¿Qué ocurre?-Pregunté con un nudo en la garganta.
-La sangre que me ha suministrado, no es compatible con la mía.
-¿Lo sabías desde el principio?-Pregunté.
Karan afirmó con la cabeza.
-¡Idiota, habérmelo dicho, habría pedido otra!-Le grité.
-No es cuestión de cambiarla.
-¿Entonces?
-Mi cuerpo solo acepta la sangre de mi presa.
-¿Su presa?
-Un vampiro, a determinada edad, debe buscar una presa de la cual alimentarse toda su vida.
-¿Y dónde está su presa?
-No lo sé.
-¿Y qué hacemos?
-Tampoco lo sé.-Me miró, el rojo de sus ojos se avivaba por momentos.-Solo sé que tu sangre huele igual a la de él.
Me eché hacia atrás. ¿Era él? No, no podía ser, habían pasado muchos años. Solo sería una coincidencia.
-Relájese, no voy a morderle… ¿Tiene miedo de algo?
-No.-Respiré hondamente.
¿Qué debía hacer, tenderle mi muñeca y que se saciara?
-Creo, creo que podré aguantar.-Sonrió.
-No sonrías si tu alma está llorando.-Dije sinceramente.
Me miró y se rió a carcajadas.
-Es mejor reír que llorar. ¿No?
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