If you really love me, you can remember me.

ACT I
Karan Johnson

    La primera vez que nos encontramos fue en aquel banco, al lado de aquella solitaria plaza. Me miró desde arriba, yo estaba sentado, era un vulgar niñato abandonado; no tenía adónde ir, no tenía qué comer, no tenía libertad.
-Necesitas comer, muchacho.-Se agachó y me miró fijamente.
¿Por qué se acercaba aun sabiendo de mi diabólica naturaleza? Mis ojos rojos mostraban al mundo de lo que huían, unos seres que absorben la vida de los demás permaneciendo jóvenes durante siglos. Estaba maldito.
-¿No sabes hablar?-Preguntó.
Empecé a llorar, nadie se había acercado a mí durante seis años consecutivos, echaba de menos lo que era hablar con alguien.
-Vendrás conmigo.
Aquellas palabras resonaron en mi cerebro. ¿Un humano adoptando a un vampiro? Me levanté con su ayuda, al instante me cubrió con su larga capa, sentía que estaba protegido, sentía la calidez de un cuerpo en el que late un corazón, sentí una extraña y desconocida sensación.
Era un sueño, aquel sueño que parece desfragmentado y esparcido por el infierno, ese sueño inalcanzable. Pero ese sueño era real, lo vivía con mi piel y lo contaba con mi tiempo.
Los tiernos ojos de aquel hombre impedían que le aguantase la mirada, era un cariño extraño hacia una persona desconocida, y más aún de mi situación.
Caminamos por unas largas y anchas calles, donde pasaban carruajes en los que se oían exclamaciones e insultos, ya que mis ojos relucían en la noche.  Agarré la capa de aquel misterioso hombre, me sentía indefenso.
-¿Estás bien?-Preguntó.
Balbuceé
-Aún no me ha dicho su nombre.-Respondí.
-Dailos Frinnegan, ¿y vos?
-Karan.
-¿No tenéis apellido?
-No.
- Johnson.-Miró hacia el cielo y respiró hondamente.-Ahora ése será tu apellido.
-Gracias.
-No hay de qué.
Llegamos a una gran casa victoriana, parecía un palacio de reyes. Entré con su invitación y me quedé esperando a una orden.
-Tenemos que hacer algo con tu ropa…-Murmuró.
Miré mis vestimentas, no eran de lujo, pero al menos me aguardaban del frío.
-¿Qué queréis que vista? No tengo más ropa.
-Mañana iremos a comprarla.
No dije nada, me quedé mirándole.
-Pero te prestaré algo mejor para que mañana salgas a la calle, veré si tengo ropa más pequeña.
Al ver que no me movía se desconcertó.
-¿Qué hacéis? Moveos, andad libremente por esta casa, ahora es la suya también.-Dijo mientras caminaba hacia una gran biblioteca.
-Perdón.
-Oh no, por favor.
Era demasiado extraño, ¿este ser me conocía?  Aquella amplia y sincera sonrisa me transmitía confianza y serenidad. Comencé a caminar libremente por los pasillos, memorizando cada una de las habitaciones que formaban parte de aquella mansión. Entré a una sala donde había una chimenea, era bastante acogedora y… ¿Un retrato? Era de una mujer rubia, de ojos verdes  y tez pálida, era verdaderamente bella. Me quedé ensimismado recorriendo cada línea de su rostro, como si estuviese memorizándolas. Noté la presencia de Dailos, me giré con temor.
-Es bella, ¿eh?-Se acercó a mi lado, contemplando el retrato en plenitud-era mi esposa.
-¿Era? Oh, perdone mi atrevimiento.
-Murió.-Miró tristemente hacia el suelo.
Le agarré el brazo y tiré de él hacia mí. Le abracé.
-No esté triste, por favor.-Susurré.
Dailos se aferró a mi cuerpo, derramando alguna que otra lágrima a causa del recuerdo.
La calidez mutua perdida, arrancada, un hilo de vida cortado. Eso es lo que le atormentaba, ése era su punto débil. Yo…Yo conseguiré que mi extraña y reciente calidez sea correspondida desde lo más hondo de su corazón.


0 comentarios:

Publicar un comentario