Era hora de darle un final.

Anoche bebí y fumé. Creo que nunca me había encontrado peor.
 Como siempre, me prometiste venir, y como siempre, brilló tu ausencia.
Me encontraba sentado en un banco de la Plaza España, a las 12:40 pm, horas en las que sólo podía oír mi propia respiración. Alejado del consumismo que se encontraba por el día en las agitadas calles de Madrid, alejado del estrés con el que se vivía en dicha ciudad, alejado de tus mentiras. Era la segunda cajetilla, ya estaba mareado y con ganas de vomitar, el malestar físico se apoderaba de mí y no me iba a dejar escapar. Mis lágrimas corrían como si fueran las de un niño pequeño, ya me hacías demasiado daño. Eres egoísta. Los demás decían que al menos te tenía, ¿pero esto es tenerte? Simplemente juegas con mi ser, juegas a creer sentir amor, y siempre soy yo el pringado que se queda, con la débil esperanza de que esta vez vengas. ¿Qué he hecho mal? No lo sé.  Tú eres la culpable de mi situación, de mi estado, tú y tus mentiras, tú y mis falsas ilusiones.
Tiré la cajetilla a la carretera, empecé a ahogarme en lágrimas. No vendrías, ni ahora, ni hoy, ni mañana, nunca. ¿Cuántas veces nos habremos visto desde que empezamos, seis veces? Saqué el móvil y empecé a escribir un SMS: “Hemos cortado”. Lo envíe y me levanté. Sentí que me había liberado de unas pesadas cadenas, sentí que ya no estaría en una situación parecida, pero también sentí que me equivocaba al hacer esto,  no estaba seguro de lo que sentía.
Caminé por Gran Vía, parece mentira que fuera Madrid… Tan tranquilo, tan silencioso. La única que me acompañaba era la soledad. El frío me agarraba para no dejarme escapar, pero no me importaba, suficientes problemas tenía como para preocuparme de ello. Andaba mirando hacia el suelo, lamentando cada día que estuve a tu lado, odiando cada día que me dejaste con tan solo el calor de una chaqueta. Para mí siempre fue un “nosotros” para ti un “yo”, creías que con un vulgar mensaje en Facebook lo arreglarías todo, pero las cosas no son así. Tus sonrisas  se volvieron falsas y llenas de desprecio, mientras yo procuraba que las mías fueran las más sinceras que hubieras visto en tu vida. No sé qué prefiero ahora, vivir con tu permanente ausencia o vivir con tus imperdonables excusas baratas. Escoja lo que escoja TÚ no estarás a mi lado. ¿Olvidarme de todo? Es algo que se me haría imposible. El roce de tu cuerpo, tus miradas, tus besos… Todo ello hacía que olvidara mi enfado y me sumiera ante ti. Si te dijera que te desprecio te mentiría, si te dijera que te perdono sería idiota, si te dijera que te sigo queriendo sería cometer la mayor estupidez del siglo, porque sería la verdad.
Caminaba en silencio, sin palabras ajenas que llenen mis oídos de frustración, sin besos   que arranquen la piel de los labios, sin nadie que me hunda en un pozo de desesperación. Caminaba libre pero dolorido, como un pájaro al que han liberado pero tiene un ala herida; volará, pero podrá caer fácilmente hasta que se recupere.

If you really love me, you can remember me.

Act XI
Sophie Frinnegan

Fui corriendo hasta donde estaba padre, quería una explicación…Aunque ahora necesitaría dos; ambos en el suelo, Karan sujetaba su barbilla y le besaba. Padre se dejaba. La foto se deslizó de mis manos. Un grito agudo fue arrancado de mi garganta, al instante ambos se separaron.
-¡Sophie!-Exclamó Dailos.
Les miré y contuve las lágrimas, luego di media vuelta y empecé a caminar. Oía murmullos, quejas y mi nombre. Pero ya no atendía a nada, era cierto lo que madre me había contado de pequeña: “Llegará alguien y nos separará, pero no odies a tu padre por ello”. Empecé  a correr para huir lo más posible de aquel infierno, esa imagen me atormentaba; la sangre, Karan, padre… Me pisaba los talones, corría detrás de mí mientras gritaba mi nombre desesperadamente, pero yo no quería parar.
-¡Sophie!-Gritó
-¡Déjame, tú no eres mi padre!-Contesté cuando me agarró la muñeca.
-Déjame explicártelo…
-¡No quiero excusas baratas!
-Viene de atrás, Sophie, hace quince años, tú no habías nacido…
-¿Y qué quieres decirme con eso, que tuviste un lapsus en el que enrollabas con un hombre, que eres homosexual?-Pregunté desesperada.
Padre me pegó una cachetada.
-¡Tranquilízate!-Gritó.-No sé lo que me pasó, no sé lo que me pasa, no sé lo que siento. Sophie, soy su presa, hace quince años me mordió, hace quince años me marcó.-Su voz temblaba.-Vaya a donde vaya, él estará ahí, es algo de lo cual no me puedo desprender.
-¿Y madre, la amaste alguna vez?
-A tu madre le amé como pude, lo más que pude. Sophie, lo siento.
Aquellas palabras se habían quedado grabadas a fuego en mi corazón; “Vaya a donde vaya, él estará ahí, es algo de lo cual no me puedo desprender.” ¿Mi padre estaba maldito?
Caminé y caminé hasta alejarme de aquella casa y acabar en una playa al atardecer, había pasado horas y horas caminando mientras pensaba, tanto que había llegado a la cercana costa. Me tumbé en la orilla, sintiendo cómo las olas golpeaban mi cuerpo sin éxito alguno, dejando un rastro de sal en mi ropa. Miraba hacia el cielo mientras pensaba: ¿Qué ocurrirá a partir de ahora? ¿Volveré a Alemania o me quedaré viendo el sufrimiento de mi padre?  ¿Realmente merece la pena quedarse? Eran demasiadas preguntas sin respuesta, todo había ocurrido demasiado rápido. No sabía qué hacer, solo me limitaba a descansar en la arena, mientras la noche caía sobre mí como un espeso manto del cual no puedes librarte.

If you really love me, you can remember me.

Act X
Dailos Frinnegan

-¿Mentiroso? ¡Yo no miento!
-¿Ah no, usted siempre dice la verdad?
-Sí.-Respondí.
-Pues empiece por decir su verdadero nombre, Jean.
Sentí una punzada en el corazón, miré hacia otro lado deseando que todo fuera un sueño.
-Entonces eres tú.-Murmuré.
-Entonces soy yo.
Se agachó y cogió mi cara entre sus manos.
-Te he estado esperando.-Susurró.
-¿Por qué?-Pregunté.-Te traicioné, me casé y tuve una hija.
-Porque aún te amo.
Mi corazón empezaba a palpitar fuertemente.
-¿Tanto me amabas que tenía que deshacerte de mi esposa?-Pregunté dolorido.
-¿Ves las cicatrices de mi espalda? Eso es lo que me hizo su familia al enterarse de la relación que tuvimos una vez.
-¡No es excusa!
-Preferí que muriese ella a morir yo, tú harías lo mismo; al fin y al cabo somos iguales, iguales de egoístas.
-Desapareciste.
-No quería provocarte más daño.
-Te olvidaste de mí.
-Tú hiciste lo mismo.
-Pero te he recordado.
-Porque aún me amáis.
-¿Has tenido que morder a más personas para saber si eran yo?
-No, solo a ti-respiró hondo-tenía la corazonada de que no me iba a equivocar.
-¿Pretendes que te perdone?
-Por algo me quedé, ahora que ambos recordamos podemos…
-¡No!-Gritó.- ¿Crees que voy a olvidar lo que sufrí de la noche a la mañana?
-¡Calla, bastardo! Silencia tus palabras y déjame decirte lo que nunca dije, lo que no se puede expresar con el habla. Solo déjame besarte y te diré lo que callé durante años.
Se acercó lentamente a mis labios, rozándolos  para luego besarlos. Me dejaba llevar, como hace quince años.  Aquel callejón… No era la primera vez que nos veíamos ahí. 

If you really love me, you can remember me.

Act IX
Sophie Frinnegan

Otra vez me encontraba en la sala del cuadro, el lienzo me había llamado la atención, debía saber que había ahí. Con cuidado me puse de puntillas y me acerqué; el marco estaba separado, de detrás del lienzo asomaba una fotografía antigua. Alargué el brazo para poder cogerla. Cuando la acerqué a mis ojos no podía creer lo que veía; ¿mi padre de joven y Karan a su lado? ¿Cuál era el pasado de mi padre? ¿Qué tenían ellos en común? Había dicho que eran viejos amigos pero ¿Por qué nunca supe de su existencia?

If you really love me, you can remember me.

Act VIII
Karan Johnson

Sentía su miedo, ¿de verdad pensaba que le iba a atacar?
-Déjalo, no pretendo ser gracioso ni nada.-Dije irónicamente.
-¿Quién era su presa?
-No lo sé, lo olvidé.
-No mientas.
-No miento.-Sonreí.
Me levanté.
-¿Qué vas a hacer, morir de sed?
-Supongo.
Dailos me miró.
-Bebe de mi sangre.
-No quiero.
-Si no te cedo mi sangre, a lo mejor…
-No atacaría a su hija.
-Bebe de mi sangre, te lo suplico.
El grato olor de la sangre de Dailos me tentaba, su veneno me desataba, ese veneno que sacaba la bestia que soy a la luz. Me tiré encima de él, quedando arrodillados, pero yo encima, frente a frente. Cogí su barbilla y moví su cabeza, dejando el cuello a mi total disposición.
-¿Estás seguro?-Pregunté.
-Totalmente.-Respondió firmemente.
Desabroché el cuello de su camisa y acaricié su yugular. Me sentía como con él hace quince años. Lamí la parte del cuello a morder y hundí mis colmillos, notando como atravesaba la carne.
-Ah.-Suspiró  Dailos.
Agarraba su nuca con mi mano izquierda, la derecha la tenía colocada en su cintura, atrayéndolo hacia mí. Cada vez succionaba más sangre, manchando las camisas de ambos y dejando gotas en el suelo. La esencia de su sangre me llamaba, no me dejaba marchar, me pedía que siguiera succionándole la vida. Dailos se agarró fuertemente a mi camisa, empezaba a notar un ligero dolor al yo succionar su sangre.
-¡Ah!-Gritó mientras se resbalaba en la sangre y caía hacia atrás, provocando mi caída.
-Vaya, has roto la camisa.-Anuncié.
La camisa se había quedado abierta y los botones se habían esparcido por todo el suelo. Dailos me miró, aún agarraba ambas partes de la camisa. En sus ojos asomaban unas lágrimas que amenazaban con deslizarse.
-¿Te dolió mucho? Si es así, perdóname.-Me acerqué y lamí la zona de la herida, retirando toda la sangre restante.
Dailos temblaba. Me moví un poco; estaba sentado encima de su pelvis y quizás eso le incomodaba. Lamí mis manchados dedos y me levanté.
-Siento haberte mordido, ah, tranquilo, no te vas a convertir.
Cogió mi mano y me obligó a agacharme.
-¿Quién eres?-Susurró a mi oído.
-Karan.-Respondí.
-Deja el teatro barato.
Sonaba bastante serio.
-¿Quién sabe?
-Tú.
Me acerqué a su rostro y sonreí.
-Oh, no me digas que lo has olvidado, recuerda pues.-Rocé mis labios con los suyos.
¿Quería que me dejase de teatro barato? Lo haré, ahora que he conseguido su sangre, ahora que he verificado la identidad de ese hombre que me había acogido.
-¿Recordar?
-El mentiroso aquí eres tú.
Me quité la camisa y me levanté.
-Necesitaré otra camisa, ¿puedes darme una de cuando tenías veinte años?
Dailos me miraba seriamente, notó que recalqué el “veinte años”.

If you really love me, you can remember me

Act VII
Dailos Frinnegan

Mentía, empezaba a recordar y no quería decirlo. Se notaba ya que su actitud había variado bastante desde que lo encontré en la calle. Empezaba a saber algo más de él, por poco que fuera, al menos sabía algo. La tenue luz del fuego resaltaba su elegante perfil digno de un noble, el cabello caía sutilmente sobre su rostro. Nunca me había quedado tan ensimismado con una persona. Quizás no sólo él debía recordar, quizás yo también debía hacerlo. Miré hacia el fuego. ¿Se habrán quemado mis recuerdos hacia esa persona, si es que existieron alguna vez? Por insignificante que sea, como si fue un encuentro en el mercado, yo tenía algo que ver con ese hombre.
-¿Pasa algo?-Preguntó.
Me sobresalté.
-No, nada, estaba pensando.
-No pienses mucho.
No pude sostenerle la mirada.
-Creo que voy a tumbarme un rato, me encuentro mal.
-Si necesitas algo…
-No, no necesito nada.-Me levanté y me marché.
Karan empezó a toser aún más fuerte, lo que hizo que me preocupase.
-¿Karan, estás bien?-Preguntó Sophie.
Sin responder a la pregunta se marchó apresuradamente a encerrarse en el baño, le seguí para averiguar la causa de su malestar.
-Karan, abre.
No obtenía respuesta.
-¡Karan!-Grité.
El cerrojo se movió y la puerta se abrió. Karan estaba sentado en el borde de la bañera con un pañuelo en la boca manchado de sangre. Me acerqué, la bañera tenía salpicaduras y un reguero de la misma sustancia. Temerosamente  me agaché.
-¿Qué ocurre?-Pregunté con un nudo en la garganta.
-La sangre que me ha suministrado, no es compatible con la mía.
-¿Lo sabías desde el principio?-Pregunté.
Karan afirmó con la cabeza.
-¡Idiota, habérmelo dicho, habría pedido otra!-Le grité.
-No es cuestión de cambiarla.
-¿Entonces?
-Mi cuerpo solo acepta la sangre de mi presa.
-¿Su presa?
-Un vampiro, a determinada edad, debe buscar una presa  de la cual alimentarse toda su vida.
-¿Y dónde está su presa?
-No lo sé.
-¿Y qué hacemos?
-Tampoco lo sé.-Me miró, el rojo de sus ojos se avivaba por momentos.-Solo sé que tu sangre huele igual a la de él.
Me eché hacia atrás. ¿Era él? No, no podía ser, habían pasado muchos años. Solo sería una coincidencia.
-Relájese, no voy a morderle… ¿Tiene miedo de algo?
-No.-Respiré hondamente.
¿Qué debía hacer, tenderle mi muñeca y que se saciara?
-Creo, creo que podré aguantar.-Sonrió.
-No sonrías si tu alma está llorando.-Dije sinceramente.
Me miró y se rió a carcajadas.
-Es mejor reír que llorar. ¿No?

If you really love me, you can remember me

Act VI
Karan Johnson
Como me suponía, madre e hija son un calco. Ambas rubias, de ojos verdes y hermosas, me recordaban a alguien, pero no sabía a quién.  Dejé las cajas sobre la mesa del comedor. ¿Habrá llegado ya la señorita Sophie? Busqué a Dailos con la mirada, aún no había entrado en la casa. Empecé a caminar por los largos pasillos tocando las puertas a ver si encontraba respuesta.
-¿Sí?-Peguntó Sophie.
Carraspeé.
-¿Se puede?-Pregunté.
-¡Karan,  pasa!
Abrí lentamente la puerta. Era una gran estancia decorada al estilo victoriano, como el resto de la casa, una gran alfombra persa se hallaba en el suelo mientras unos elegantes muebles la pisaban permanentemente, la tenue luz aportaba un clima relajante.
-¡Qué sorpresa!-Exclamó mientras juntaba las palmas de las manos.
-Su padre quiere que me aloje aquí durante una temporada, no va a sorprenderle verme por los pasillos.
-Ya va siendo hora de comer, ¿padre habrá comprad algo?
-Sí, ha comprado.
-¿Usted come…? Ya sabe… Comida humana.
-No se ponga nerviosa.-Le acaricié la mejilla.-No voy a morderle.-Sonreí.-No, no como comida humana.
-¿Y qué come?
-¿Qué comen los vampiros? Mi organismo no tolera los alimentos humanos, pero mi corazón no soportaría la carga de aceros daño, no os tenéis que preocupar. Vuestro padre me ha conseguido bolsas del banco de sangre.
Sophie se sonrojó. Y yo, para incomodarle más, la traje hacia mí y le abracé.
-¿Sabe? Huele muy bien, no sólo su perfume, sino también su sangre, pero le vuelvo a decir… No se preocupe, su padre se encarga de todo.-Deslicé la punta de mi nariz por su cuello, produciéndole escalofríos.
Sophie se separó, se tapó la cara con las manos y salió corriendo. Yo me quedé de pie, con las manos en los bolsillos, sonriendo pícaramente mientras lamía mi labio superior.
Después del almuerzo, en el yo simplemente observaba, padre e hija decidieron encender la chimenea, ya que empezaba a hacer bastante frío dentro de la casa. La noche caía mientras nosotros nos calentábamos alrededor de la chimenea.
-¿Y cómo es eso de ser un vampiro?-Preguntó Sophie interesada.
-No es agradable, pero puedo vivir con ello.-Respondí.
-Eternidad,  bella palabra, ojalá yo fuese joven para siempre.-Dijo soñadoramente.
-Eternidad a cambio de un precio muy alto; tu alma, dejas de ser humano, te conviertes en un esclavo del infierno.-Tosí hacia un lado.-Perdona, creo que me estoy acatarrando. En fin, lo que te decía, la eternidad se define en disfrutar del momento sin pensar que vaya a tener un final; eso es la eternidad, no lo que vivo día a día.
-En cierto modo… Tienes razón.
-Ver avanzar el tiempo mientras tus seres queridos envejecen y mueren, ver cómo te traicionan, cómo te usan como un simple trapo para desahogarse, ¿ver eso durante milenios? No es nada agradable.
-Has recalcado el “ver cómo te traicionan”, como si te hubiera ocurrido.
Relajé los músculos de la cara, le miré y sonreí.
-No lo sé, no recuerdo nada de mi pasado
Dailos me miró extrañado.
-¿No recuerdas ni de dónde vienes?-Preguntó mientras se acercaba más.
-No, solo recuerdo dos sensaciones.-Respiré hondo y suspiré.
-¿Cuáles?-Preguntó Sophie.
-Sentir que el corazón se fragmenta en miles de pedazos para no volverse a unir y el dolor del recuerdo  de un efímero amor.
-Oh…
Dailos me miró atentamente como si esperase que recordara y terminara mi relato, el relato de la triste vida de un ser inerte.

If you really love me, you can remember me

Act V
Sophie Frinnegan

Aquellos ojos me habían cautivado, era como estar en un mundo paralelo, donde no importa nada más que aquella mirada. Dios, aquella mirada de ojos carmesí, aquella mirada misteriosa… Daría cualquier cosa por volverla a contemplar. ¿Qué me ocurría, me estaba enamorando? No, no podía ser, es un vampiro y yo una simple humana. Llegué a la gran casa victoriana, el cochero se ofreció a ayudarme con el equipaje. Entré, todo estaba igual que cuando me había ido… La biblioteca, las habitaciones, incluso la habitación del cuadro. Entré con temor a la sala donde el cuadro de mi madre me miraba fijamente. ¿Qué había sido de ella? Padre me había dicho que había muerto… Lo extraño es que cuando me encontré con aquel joven vampiro tuve la sensación de ver el reflejo de mi madre en sus pupilas, el reflejo de su natural nobleza de corazón. Bah, serán imaginaciones mías.
Me dejé caer sobre el sofá sin apartar la mirada del gran cuadro. Cada línea, cada sombra, el cabello dorado; el pintor había clavado el cuadro, parecía incluso que ella estaba ahí.
-¿Eh?
Me fijé que la tela del cuadro estaba ligeramente descosida del marco, pero quizás fue por el paso de los años, así que no  le di importancia.
Padre y Karan ya habían vuelto.

If you really love me, you can remember me.

ACT IV
Dailos Frinnegan

Era como un cachorro, mi mascota; debía enseñarle, alentarle, guiarle. Karan miraba los alrededores ilusionado, como si nunca hubiera visto la luz del día. Las adolescentes le miraban curiosamente, sabían que era un vampiro, pero le guardaban respeto al estar a mi lado. Alguna que otra joven se ruborizó cuando Karan les sonreía. Caminaba con garbo, parecía un marqués.  Nadie podría decir que hasta hace un día era un joven abandonado.
-Nunca había visto la ciudad de esta manera.-Comentó alegre.
-Eso es porque te limitabas a aquel callejón, ¿nunca te diste una vuelta por los alrededores?-Pregunté.
-No, y me arrepiento de ello.
Karan daba vueltas sobre sí mismo, dejando que la brisa francesa que corría por las calles le envolviera sutilmente, hasta que chocó con una hermosa joven cargada de equipajes.
-¡Oh, perdone, dama, ahora le recojo sus pertenencias!-Exclamó arrepentido.
-¿Sophie?-Pregunté incrédulo.
Karan levantó la mirada.
-¡Padre!-Exclamó mientras se tiraba a mi cuello.
-¡Oh, Sophie, no te esperaba tan pronto!-Exclamé entusiasmado.
-¡Te echaba mucho de menos!-Se separó.-Oh, perdone muchacho, no le vi ya que tenía las cajas tapándome la visión…-Se ruborizó notablemente.
-¿Está bien, señorita?-Preguntó Karan con un leve tono de preocupación.
-Es… es…-Empezó a murmurar.
-¿Un vampiro?-Susurré.
-¡No! Guapo, apuesto, perfecto.-Dijo moviendo los labios.
Me reí.
-¿Está bien?-Volvió a preguntar Karan.
-Sí, sí, no pasa nada… Soy Sophie Frinnegan.-Se presentó.
-Me alegro pues, yo soy Karan Johnson.-Hice una pequeña reverencia.

-Y… ¿Qué hace con mi padre?-Preguntó con curiosidad.
-Somos viejos amigos.-Respondí.
-¿Vie…? Ah claro, vos sois un vampiro, decidme, ¿qué edad tenéis?
-Eso nunca se dice, y menos a una señorita.-Contestó misteriosamente mientras le cogía de la barbilla y se acercaba a Sophie.
Miré silenciosamente a Karan, espero que eso no fuera indicio de un posible encaprichamiento hacia mi hija. No me haría gracia que mi hija se enamorase de un vampiro.
-¡Oh, pues discúlpeme!-Respondió apurada mientras se separaba a la vez que se sonroja más aún.
-Entonces, Sophie, ¿qué te trae tan pronto  por aquí?-Pregunté ignorando lo ocurrido.
-Padre, las clases ya han finalizado.-Respondió mientras me cogía de las manos.
Era increíble la fuerza que tenía Karan, sujetaba el equipaje y las cajas de los sombreros sin inmutarse, era increíblemente…
-¡Padre, ¿me estáis escuchando?!-Exclamó Sophie enfadada.
-Eh, sí, sí, hija, que han finalizado.-Le miré cariñosamente.- ¿Te llevamos los paquetes a casa?
-¡No hace falta, yo puedo!-Exclamó ofendida.
-No era para que te cabreases.-Me disculpé.
-Bueno.-Se dio media vuelta.-Si me permites.-Dijo mientras cogía el equipaje costosamente.-Voy a coger un carruaje para ir hasta casa.
Ladeé la cabeza como signo de aprobación.
-Volveremos pronto, hija.-Me despedí.
Karan miraba fijamente a Sophie.
-¡Karan!-Exclamé.
-Ah, sí, encantado señorita, pase una buena tarde.-Hizo una leve reverencia.
Sophie subió al carruaje, cuando estuvo lo suficientemente lejos detuve a Karan cogiéndole del brazo.
-¿Qué pasa?-Preguntó.
-Ni se te ocurra acercarte a ella.
-¿Qué insinuáis?
-Sabes a lo que me refiero.
Karan sonrió. No sabía si esa sonrisa delataba sus intenciones o simplemente le hacía gracia mi protección. ¿Quién era él, cuál era su pasado, cuáles son sus intenciones?

If you really love me, you can remember me.

ACT III
Karan Johnson

Vi su cara de horror, se había impresionado… ¿Me temería ahora o sentiría lástima? Mi dañado cuerpo es el retrato del dolor que una persona dejó en mi piel hace bastantes años, una persona a la que llegué a amar con todo mi ser, por la cual yo habría dado la vida. Me metí en la bañera y me sumergí en el agua, dejándola a la altura de los ojos.
Al parecer tiene una hija, ¿Será tan bella como su madre? Me sumergí de lleno en la bañera. El agua caliente hacía que mis tensos músculos se relajasen.
Me pasé un rato en la bañera, pero como no debía tardar, salí en cuanto pude. Cogí una toalla y con ella envolví mis caderas, la otra toalla la dejé sobre los hombros. Salí del baño y fui hasta la habitación que me había designado Dailos. Entré, encima de la cama había un traje verde azulado, junto una blusa de seda blanca con lazada negra, calcetines, unos zapatos y ropa interior. Me vestí y salí.
-Vaya, no pensé que te fuera a ir tan bien ese conjunto, es de cuando tenía veinte años.-Sonrió amablemente.-Bueno, siéntate.
Obedecí, me senté en la silla. Me colocó un trozo de tela para que el cabello no se quedase en la ropa. Empezó a cepillarme, luego lo repartió por toda la cabeza y empezó a cortar, notaba que lo hacía a capas, para darme un aire más juvenil. También me hizo un fleco largo, o más bien dejó unos mechones cruzando la cara. Me gustaba como quedaba.
Miré el reflejo de Dailos en el espejo. ¿Tendría algo que ver con él? Tanta hospitalidad en un extraño es desconcertante.
-¡Listo!-Exclamó mientras se incorporaba. -¿Qué te parece?-Preguntó efusivamente.
Me miré detenidamente.
-Me gusta mucho, gracias.-Sonreí.
-Me halagas.-Se quitó el delantal. -¿Te apetece ir a comprar ropa?
-Lo que usted desee.
-Oh, no me trates de usted, me siento acomplejado, tan sólo tengo treinta y cinco años.
-Treinta y cinco… No está mal.
-Lo sé.-Se rió. -¿Te apetece salir?
Le miré como un niño pequeño que no sabe qué significado tiene una palabra y acto seguido va a preguntar
-Verán mis ojos y huirán…-Respondí tristemente.
-No te dirán nada, estás conmigo.-Dijo mientras pasaba su brazo derecho por mis hombros.
Me sentía acogido, protegido. Aquella sensación… Ya la había vivido antes, debía  recordar cuándo, dónde y con quién.
-Sí, entonces me apetece.-Sonreí ilusionado.
Me levanté, me sacudí la chaqueta y le miré.

If you really love me, you can remember me.

ACT II
Dailos Frinnegan

 
    No sé por qué lo hice, le recogí como si de un gato se tratase, sin importar raza o estado. Estaba tumbado en la cama mientras miraba sin punto fijo hacia el techo, pensando en lo que acababa de ocurrir. Fue un impulso, un inevitable impulso. Su mirada me decía que había algún lazo de conexión con aquel ser, o que se crearía. Un vampiro, he metido en mi casa a un vampiro. ¿Y si me ataca mientras duermo? No me sentía muy seguro, aunque aquel parecía un niño; apenas hablaba, apenas se movía, se quedaba quieto como si esperase una orden… De su amo... ¿Me habría convertido en su amo? No, lo dudo. Me levanté, de tanto estar en la cama iba a acabar cubierto de polvo si no me movía. Abrí la puerta de mi habitación.
-¿Karan?-Pregunté.
No había respuesta. Salí de la habitación y volví a la sala donde se hallaba el cuadro. Karan se había quedado dormido en el sofá. Cogí una manta y le tapé.
-Buenas noches.-Susurré.
Me quedé unos minutos observando su rostro; era perfecto, cada milímetro de su rostro era totalmente simétrico.  ¿Había algo entre nosotros que yo no pudiera recordar? Karan se me hacía muy familiar. Me asomé al balcón y encendí un cigarro. Habían pasado tantas cosas… Norma, Sophie…  Mi querida hija es el vivo retrato de su fallecida madre, oh Norma, si pudieras ver qué hermosa se ha hecho nuestra pequeña… Mi mirada se perdía entre las nubes, como si esperase hallar una solución entre ellas, un rayo de luz que ilumine la oscuridad de mi alma, un rayo de luz que aporte claridad a la monotonía. Di media vuelta y me apoyé en el balcón, tenía en primer plano a Karan tumbado en el sofá. Sabía  que fingía dormir, no tenía sueño. Me dediqué a observarle, lo incómodo que se encontraba al notar mi mirada fija en él. Cigarro tras cigarro consumí la noche en un balcón mientras pensaba en Sophie.
-¿Dailos?-Preguntó Karan mientras se incorporaba.
Gruñí. Me había acomodado en un sillón que se encontraba al lado del sofá donde yacía Karan.
-¿Por qué no estáis en sus aposentos?-Preguntó.
-¿Por qué habláis tan formal?-Pregunté.
-Tengo bastantes años. Ahora, ¿qué hace aquí?
-No podía dormir y fui a fumar un rato.
Karan hizo una mueca de desacuerdo, no me creía.
-Debéis bañaros, ¿qué os parece si os corto el cabello? Desde que mi hija se fue a estudiar a Alemania no he cogido las tijeras y me apetece quitarme el estrés.-Sonreí.
-Con tal de que no me haga un estropicio estoy de acuerdo.
-Acompañadme, iré a pedir que os preparen el baño.
Karan se levantó. Me fijé que tenía la camisa desabrochada. Me acerqué y se la abroché.
-Gracias.-Dijo con una amplia sonrisa.
Respondí con otra sonrisa.
-Vamos.-Empecé a caminar.
Le guié hasta el baño una vez le dije a Rosalie que lo preparase.
-Ahí disponéis de todo lo que deseéis; jabón, aceites, lociones, espuma,  cuchilla de afeitar… Lo necesario, en resumen.
Karan afirmó con la cabeza.
-Luego cortaremos tu cabello, está estropeado.
Abrí la puerta para salir y dejarle privacidad.
-Ah, una cosa más, las toallas están…
Karan se había quitado la camisa, en su espalda se veían miles de cicatrices, marcas y más marcas de dolor. Se giró, pero no dijo nada. Salí de la estancia con el corazón encogido, nunca había contemplado algo semejante. ¿Cuál es el pasado de aquel hombre?

If you really love me, you can remember me.

ACT I
Karan Johnson

    La primera vez que nos encontramos fue en aquel banco, al lado de aquella solitaria plaza. Me miró desde arriba, yo estaba sentado, era un vulgar niñato abandonado; no tenía adónde ir, no tenía qué comer, no tenía libertad.
-Necesitas comer, muchacho.-Se agachó y me miró fijamente.
¿Por qué se acercaba aun sabiendo de mi diabólica naturaleza? Mis ojos rojos mostraban al mundo de lo que huían, unos seres que absorben la vida de los demás permaneciendo jóvenes durante siglos. Estaba maldito.
-¿No sabes hablar?-Preguntó.
Empecé a llorar, nadie se había acercado a mí durante seis años consecutivos, echaba de menos lo que era hablar con alguien.
-Vendrás conmigo.
Aquellas palabras resonaron en mi cerebro. ¿Un humano adoptando a un vampiro? Me levanté con su ayuda, al instante me cubrió con su larga capa, sentía que estaba protegido, sentía la calidez de un cuerpo en el que late un corazón, sentí una extraña y desconocida sensación.
Era un sueño, aquel sueño que parece desfragmentado y esparcido por el infierno, ese sueño inalcanzable. Pero ese sueño era real, lo vivía con mi piel y lo contaba con mi tiempo.
Los tiernos ojos de aquel hombre impedían que le aguantase la mirada, era un cariño extraño hacia una persona desconocida, y más aún de mi situación.
Caminamos por unas largas y anchas calles, donde pasaban carruajes en los que se oían exclamaciones e insultos, ya que mis ojos relucían en la noche.  Agarré la capa de aquel misterioso hombre, me sentía indefenso.
-¿Estás bien?-Preguntó.
Balbuceé
-Aún no me ha dicho su nombre.-Respondí.
-Dailos Frinnegan, ¿y vos?
-Karan.
-¿No tenéis apellido?
-No.
- Johnson.-Miró hacia el cielo y respiró hondamente.-Ahora ése será tu apellido.
-Gracias.
-No hay de qué.
Llegamos a una gran casa victoriana, parecía un palacio de reyes. Entré con su invitación y me quedé esperando a una orden.
-Tenemos que hacer algo con tu ropa…-Murmuró.
Miré mis vestimentas, no eran de lujo, pero al menos me aguardaban del frío.
-¿Qué queréis que vista? No tengo más ropa.
-Mañana iremos a comprarla.
No dije nada, me quedé mirándole.
-Pero te prestaré algo mejor para que mañana salgas a la calle, veré si tengo ropa más pequeña.
Al ver que no me movía se desconcertó.
-¿Qué hacéis? Moveos, andad libremente por esta casa, ahora es la suya también.-Dijo mientras caminaba hacia una gran biblioteca.
-Perdón.
-Oh no, por favor.
Era demasiado extraño, ¿este ser me conocía?  Aquella amplia y sincera sonrisa me transmitía confianza y serenidad. Comencé a caminar libremente por los pasillos, memorizando cada una de las habitaciones que formaban parte de aquella mansión. Entré a una sala donde había una chimenea, era bastante acogedora y… ¿Un retrato? Era de una mujer rubia, de ojos verdes  y tez pálida, era verdaderamente bella. Me quedé ensimismado recorriendo cada línea de su rostro, como si estuviese memorizándolas. Noté la presencia de Dailos, me giré con temor.
-Es bella, ¿eh?-Se acercó a mi lado, contemplando el retrato en plenitud-era mi esposa.
-¿Era? Oh, perdone mi atrevimiento.
-Murió.-Miró tristemente hacia el suelo.
Le agarré el brazo y tiré de él hacia mí. Le abracé.
-No esté triste, por favor.-Susurré.
Dailos se aferró a mi cuerpo, derramando alguna que otra lágrima a causa del recuerdo.
La calidez mutua perdida, arrancada, un hilo de vida cortado. Eso es lo que le atormentaba, ése era su punto débil. Yo…Yo conseguiré que mi extraña y reciente calidez sea correspondida desde lo más hondo de su corazón.


El juguetero.

Quizás fuese mi último destino, pero no permitiría que se acabara tan rápido. Miles de vidas han pasado mientras yo me dedicaba a observar como el mundo se autodestruía. ¿Un dios? No, no soy eso, simplemente soy una eterna alma vagante por la Tierra. Acontecimientos, descubrimientos, estaciones, catástrofes… Todo cuanto he observado desde mi pequeño jardín ha sido lo que ha provocado la naturaleza y el hombre; grandes reyes, presidentes, científicos, historiadores, poetas. Pero hay algo que detiene el tiempo cuando lo observo, alguien que con sus pasos me hace volar entre notas musicales hacia lo más hermoso que se pueda imaginar. De cabellos castaños, piel clara, ojos dorados y falda de tul azul, aquella joven princesa sacada de un reino de cuento de hadas hacía que mi mundo se redujese a sus movimientos. Sus majestuosos pasos, sus elegantes saltos, la elegancia con la que se desplaza, sus delicados bailes. No quería perderla, sabía que el tiempo marchitaría aquella fresca rosa recién cortada del jardín de Dios. Me acerqué y con mis brazos la envolví, la protegí, su belleza, sus pasos, no podía permitir que el tiempo se llevara todo ello. Para ella construí una pequeña caja de madera delicadamente pintada con tonos pastel; rosa, azul y todos los que puedas imaginar. Su arte no se podía marchitar así que en la caja la resguardé, una caja que al abrir se oyera música a la vez que ella la interpretaba. Así la tendría, así no envejecería, así no tendría que observar la destrucción de un mundo en el que mi presencia no es bienvenida.
Un juguetero que viaja a través del tiempo, observando cómo avanza su especie, un juguetero que carece de amor, un juguetero que quiere que lo bello perdure durante años, simplemente soy eso.



Sábado 26 de Noviembre

"Realmente me recordaba a la navidad, era como estar en pleno Diciembre;  las calles repletas de personas, el agradable frío que roza tu piel sin penetrarla, las luces de los decorados navideños.  La Laguna estaba más que agradable, era una escapada a un sitio que no conocíamos apenas, saliendo de aquel pequeño jardín al que estábamos acostumbrados, escapando de lo monótono. Paseábamos tranquilamente hasta que nos encontramos a un grupo de conocidos y nos marchamos con ellos, ¿sabes qué es irte pensando que recuerdas el camino y que no sea así? Nos perdimos completamente, aunque estuvo bien eso de desorientarse; en una de las tantas calles por las que pasamos sin rumbo fijo había un grupo de músicos tocando, era algo que normalmente no solíamos ver en los sitios que frecuentamos en Santa Cruz, así que nos quedamos un rato. Quizás nos pasamos unos quince minutos ahí escuchando, pero valió la pena. Tocan cada sábado en las calles para darse a conocer y no estaban mal, siempre se empieza por ahí para acabar en un gran escenario. 
Miré al cielo, me gustaría ver nevar, nunca he visto la nieve caer y no estaría mal que hubiera sido en ese momento, aunque probablemente ellos no hubieran tocado. La nieve pegaba con el ambiente; los niños corriendo y riendo, alguna que otra pareja, fotógrafos  capturando determinados momentos de la vida… Seguramente nos volvamos a pasar otro sábado por La Laguna, querré volver a repetir esa sensación de estar calles donde la navidad se hace notar."




Fragmento de una historia aún sin título

(…)Deslicé las yemas de mis dedos sobre el tatuaje de su pecho. Le miré fijamente a sus oscuros y profundos ojos.
-¿No te gusta?-Preguntó mientras cogía mi muñeca.
-Al contrario… Me encanta.-Acaricié la mano que sujetaba la muñeca-Soy de la opinión de que a los chicos guapos les quedan bien los tatuajes.-Sonreí.
-¿Te parezco guapo?-Preguntó sensualmente con un leve toque de broma.
-Mmm…Puede.-Contesté desinteresadamente.
- Me halagas.
Di una vuelta entera hasta quedar detrás de él.
-Este me gusta mucho-acaricié la zona, a lo que él respondió con un leve escalofrío-¿Qué pasa?-Pregunté
-Tus manos están frías y no me lo esperaba.-Respondió con una tímida sonrisa.
Sonreí. Jae se dio la vuelta.
-¿Y tú, tienes algún tatuaje?-Preguntó mientras se ponía la camisa.
- Sí.-Afirmé.
-¿Cuántos?
-Dos, uno en la muñeca y el otro en la cadera.-Respondí.
Jae cogió mi muñeca y subió la manga de la camisa.
-¡Anda! No me había dado cuenta.-Se rió.
-El otro no te lo voy a dejar ver.-Dije intentando sonar seria.
-¿Y si te emborracho y tenemos una noche de sexo salvaje? Así lo podría ver.-Bromeó.
-Inténtalo.-Desafié.
-Sabes que caerías rendida aún sin estar borracha.-Se me acercó, me cogió de la barbilla y acercó mi cadera a la suya con la mano izquierda. Me ruboricé levemente.
-Deja de hacer el idiota.-Me quejé
-Reconoce que te gusta.
-No.
-Hazlo.-Se acercó más a mis labios.
-Déjame.
Me dio un pico.
-P-para.-Me quejé.
Pellizcó mis labios con los suyos.
-Es en serio.-Me quejé de nuevo.
Besó cálida y lentamente mis labios.
-Nngh.-Me quejé.
Volvió a juntar sus labios, esta vez haciendo presión para entreabrirlos y poder besarme con lengua libremente. Pasé mis brazos por detrás de su cuello. Él colocó sus manos en mi cintura, por debajo de la camisa. Mi cuerpo estaba frío y el calor de sus manos me derretía. Sus labios son perfectos, suaves, carnosos, unos labios que podía morder y hacerle sentir que era mío por unos instantes. Se separó unos centímetros de mi boca, notaba su aliento chocar contra mis labios.
-Dime… Si quieres que siga y seguiré, dime que pare y pararé.-Dijo casi imperceptiblemente.
Cerré los ojos y los volví a abrir.
-Sigue.
Entreabrí mi boca para que él volviera a posar sus labios sobre los míos. Me llevó más hacia él, quedando nuestros cuerpos prácticamente pegados. Conseguí meter mis manos por debajo de su semi abrochada camiseta, lo que hizo que Jae suspirase al acariciar su pecho. Subí por debajo de su camiseta hasta su cuello, donde dejé mis manos. Él empezaba a subir las suyas desde mi cintura hasta los costados.  Le deseaba; cada milímetro de su cuerpo, cada palabra procedente de su boca, cada caricia, cada beso.  No permitiría que nadie interrumpiese ese momento, no permitiría que nos separasen. Al fin estaba entre sus brazos, al fin me tomaba. Él ya no me consideraba una niña,  ya no me sobreprotegía. Sabía que en algún momento de mi vida me haría daño, pero prefería que fuera Jae a otro, porque sé que con él tendría más felicidad que amargura. Mientras, me dejaba llevar por la pasión, pero era algo que quise desde los quince años. Es increíble como duró este sentimiento que al fin consumo junto al hombre que ocupa mi mente y corazón (…)


Mirotic.

Me atrapó entre sus delicadas manos, ella hacía que me debilitase; sus miradas, sus caricias, sus palabras, era como tenerla debajo de mi piel. Siempre estaba ahí, la tenía a mi lado en cualquier momento, no me dejaba escapar y suspirar en paz. Creía que le amaba, pero simplemente era un sentimiento confuso y contradictorio, ella era la encaprichada y yo su víctima.
Mi cuello era mordido por ella cada noche, mis labios besados cada mañana por los suyos, mis manos cogidas cada día por las suyas. No podía escapar, estaba dentro de mí, en mi débil corazón, debajo de mi suave piel y corriendo por mis venas; aunque lo negase, ella era mi razón de vivir. Maldito ser sumiso que se hallaba delante de una rebelde fiera, ojalá cambiase el rol.

Egoísmo.

Cuatro hombres, cuatro deseos y una piedra.
“Te concederé cualquier deseo, yo lo haré realidad”
El primero deseó riquezas
El segundo deseó sabiduría
El tercero deseó la vida eterna
El cuarto deseó que ninguno de los deseos anteriores se cumpliera.

Anoche volví a soñar con ella. Anoche soñé con todo lo que pasó hasta ese día. ¿Y aún te preguntas por qué ya no creo en ti? Desde mi niñez hasta ahora me has dado suficientes motivos para creer que tú no existes, y si existieras, me diste la espalda. Me atormento con fotos y recuerdos, ¿no es suficiente? Tenía que soñarlo también, parece que lo que quieres es hacerme sufrir. Me he vuelto a derrumbar, no soy fuerte, simplemente tengo una coraza de desconfianza que a veces desaparece y se vuelve tierna.
Cada vez que escucho a alguien quejarse de sus padres por tonterías me dan ganas de partirle la boca, para que más gilipolleces no salgan de ahí. Ellos te dieron la vida y ellos te dan todas las comodidades que tienes ahora, ¿qué pasaría si te faltasen? No lo quieres ni imaginar, ¿verdad? Solo eres un niño egoísta, caprichoso y  egocéntrico. Cuando uno de ellos falta, para siempre, es cuando empiezas a pensar por ti solo, y más aún si el otro no está contigo.
¿Cuál es mi  manía? Llamarle a su móvil, con la falsa esperanza de que lo coja y todo haya sido un sueño, una maldita y estúpida pesadilla.
Si existes, no solo me abandonaste a mí, un alma que se ha vuelto apagada y que de vez en cuando se ilumina con alguna sonrisa, sino que también abandonaste a la persona que más quise en este mundo, a la persona con la que he vivido muchos momentos de mi vida, le abandonaste en el último momento, una persona que siempre creyó en ti. Aquella madrugada recé, sí, recé, no te podrías imaginar cuanto, recé mientras mis lágrimas se ahogaban en las mangas de mi chaqueta, encerrada en un baño, esperando que todo saliera bien. Como yo, has abandonado a muchas personas, y luego pretendes que se crea en ti. Guerras, hambre, odio, escasez... A mí me quitaste a la persona que más quería, antes haciéndole sufrir mientras vivía. No creo en ti, no es cuestión de “moda”, no es cuestión de quedar de guay, es cuestión de que me abandonaste. Desde pequeña me enseñaron que TÚ eras el padre de la humanidad, que TÚ estabas a mi lado, que TÚ nos salvarías, ahora me río de todo lo que me enseñaron.

Our Lips Are Sealed (ACT II)

No quiero que te vayas.
No quiero que me dejes.
No quiero que me olvides.
Siempre me protegiste, siempre cargaste tú la culpa de mis actos. Siempre tú, nunca yo. Te desahogabas con mi cuerpo y te perdías entre mis besos, los cuales llegaron a saberme amargos debido al dolor que en ti se hallaba, tú eras el que cargaba con la vergüenza de este amor.  A escondidas, en las sombras, a espaldas de los demás me hacías tuyo. No importaba el lugar, solo nosotros. Tus oídos ignoraban los rumores aferrándote a mis suspiros. “Escapabas” del mundo ahogándote entre mis labios.
¿Por qué nunca dejaste que aceptara mi culpa, por qué nunca dejaste que yo confesara?
Nunca me dejaste actuar.
No me dejaste confesar.
Y ahora que tú no estás… ¿Qué haré yo?
Nunca pensaste en ello, nunca imaginaste qué sería de mí sin ti, simplemente te conformabas con vivir el momento.

Our Lips Are Sealed


  "(..)Me miró con sus característicos ojos de chico inmaduro, con lágrimas a punto de desbordarse de sus ojos. Le odiaba por hacerme sentir aquello, cada vez que le veía, siempre caía en la tentación; él era mi pecado. Cogí su barbilla y le miré profundamente, me perdía en sus oscuros ojos sin saber lo que sentía. Me incliné hasta posar mis labios sobre los suyos. El cálido tacto de su piel me estremecía entero y la adrenalina se apoderaba de cada centímetro de mi ser. ¿Y si nos descubriesen? Probablemente él siempre podría decir que yo le obligué y podría salvarse con unas cuantas capas de falsedad, ¿pero y yo? Me fusilarían. Qué bello destino, metros bajo tierra, sin un hilo de vida.
Le besé de forma suave y lenta, un beso intenso y reconfortante. Me separé unos centímetros de su rostro.
-Te necesito… Como un corazón necesita un latido por débil que sea.-Susurró mientras derramaba lágrimas.
Deslicé mi mano por su rostro, deseando cada gesto suyo, cada sonrisa, cada mirada.
Era tarde para arrepentirse, tarde para volver hacia atrás, tarde para negar lo ocurrido. Le amaba y eso lo tenía claro. Yo era su protector y él mi tentación. Despertaba mi insaciable lujuria, mi incansable pasión."



Leeteuk.


-Dios mío, qué sonrisa tan bonita tiene nuestro oppa ;D;-

.

“Es la verdad la que hace que se cuele el miedo en mi cabeza, la que hace que mi cuerpo tiemble temerosamente ante lo que se vaya a decir.”

Recuerdos.

“Oh dios, nuestro primer concierto… Aún lo recuerdo como si hubiera ocurrido hace tres minutos. El público aclamaba tu voz mientras escuchaba impresionado el solo que se marcaba Daniel con su guitarra. Entonces fue cuando intercambiamos las miradas, empezaste a cantar, dedicándome el estribillo de la canción. Pensé que lo habías cambiado, pensé que no querrías cantar lo que yo había escrito  para ti cuando estábamos juntos. Llevabas la pulsera que te había regalado cuando empezamos a salir, ¿era una indirecta? No lo sé, pero esa noche fue la noche en la que hicimos vibrar el escenario, en la que arrancamos gritos al público, la noche en la que sentí que el hueco que dejaste al salir de mi vida se llenaba con notas musicales.”

Fallen Princess

 “(…) Y así fue como la princesa cayó de su torre de sueños, rompiéndolos a medida que caía y esparciéndolos por todo el terreno”

Lujuria.

“Fue en ese momento,  en el que su blusa se deslizaba de su torso (…) cuando observaste cada curva de su cuerpo, cada milímetro de su piel y empezaste a desearle más aún”

She.

Inyectó dulzura en mis venas, mordía mis labios hasta hacerlos sangrar, acariciaba mi rostro con sus manos de porcelana. ¿Qué sentía realmente? Ahí estaba ella, sentada sobre mis piernas mientras besaba con pasión mis labios. Me había traicionado más de una vez, pero su encanto me hacía caer siempre, como de costumbre, yo era su esclavo.

Iguales.

Solo soy una persona como tú, que nace y muere, lo que haga en medio es cosa suya (…) Podrás dejar huella en la Tierra, ya sea en los corazones o en la historia, pero eres un igual, no importa tu edad, tu nombre, tu condición, tu sexualidad; nada.

Rima XXIV

Dos rojas lenguas de fuego
que, a un mismo tronco enlazadas,
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama;
dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan;
dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata;
dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y al juntarse allá en el cielo
forman una nube blanca;
dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.


Gustavo A. Bécquer

김희철 (Kim HeeChul)♥

  Su sonrisa, sus gestos, sus inesperadas respuestas. Él no sabrá de mi existencia, pero yo sí sé de la suya y creo que eso ya me basta, aunque no sea suficiente, me conformo. Su hermosa voz, sus graciosos gestos; simplemente es perfecto.
Su oscuro cabello que resalta con su blanca piel, sus oscuros y rasgados ojos, sus perfectos labios aparentemente suaves.
Sé que nuestros destinos nunca se cruzarán y sé que por mucho que diga que nos casaremos es algo imposible, aunque siempre serás mi chico; aquel amor de adolescente que nunca se cansa, ese amor que imagina más allá de las barreras. Siempre te apoyaré, en lo que decidas, y siempre estaré ahí como ELF y como Petal.
Desearía que tus labios besaran mi mejilla, desearía que tus manos cogiesen las mías y que tus sonrisas fueran dirigidas a mí. Sí, soñar es gratis, y por ello deseo y sueño todas esas cosas.
Nadie tiene derecho a compararte con otra persona, tú eres único, especial, eres nuestro Heenim, nuestra gran estrella.
Me da igual que me llamen obsesa o loca, simplemente te adoro.
Sé que nunca leerás esto, y aunque lo hicieras no entenderías mi idioma, pero tengo la esperanza de que un día busques tu nombre en Google y te salga esta entrada de mi sencillo blog.




Christmas.

 Navidad, hermosa estación donde las parejas salen juntos a la calle agarrados de la mano, mientras les caen copos de nieve sobre los abrigos. Cuando las luces adornan las calles, cuando los niños corren ilusionados ansiando los regalos que recibirán próximamente. Es muy feliz, ¿no? Sí, para el que lo vive. Si estás sentada en un banco, a la espera de que esa estación pase rápido, no creas que es porque lo pasas bien. Miraba a mis alrededores, todos lo pasaban bien menos yo, que miraba indefinidamente a cualquier punto de mi entorno. ¿Qué haces sentada? Me preguntaba a mí misma, pero no tenía respuesta. Había llegado recientemente a la ciudad, esperaba que todo fuera distinto, pero ahí estaba  sentada, con una bolsita llena de caramelos con los cuales desahogarme. 

¿CUÁNDO SE ME SECARON LAS LÁGRIMAS?

 Echo de menos todas aquellas veces que me regañabas por tener una botella de vodka en mi mochila, todas aquellas veces que me  quitabas los mecheros para no poder encenderme un cigarro. Te enfadabas si me veías haciendo algo “inapropiado”. Incluso te metías en mi Tuenti solo para ver las fotos que me sacaba, si en ellas había tabaco de por medio o una copa. Aun así, a pesar de todo eso, me sonreías como si fuera la persona más pura e inocente que hubiera en el mundo.
¿Mi vida? No es algo de lo que estoy muy orgulloso, siempre he estado metido en problemas, pero tú siempre estabas ahí para hacerme olvidar. Fuiste tú quien creó aquel mundo de cuento de hadas donde me hallo atrapado, fuiste tú la que escapó de ese mundo dejándome solo a merced del alcohol. Aún me pregunto ¿por qué no lloré? Solo estoy, en un rincón de aquel parque donde nos conocimos, esperando a que mis ojos derramen alguna lágrima de dolor mientras fumo cigarro tras cigarro, acortando más aún mi efímera existencia. 

You.

¿Te has dado cuenta de cuántas cosas nos separan, te has dado cuenta de lo diferentes que somos? Es como si te buscara, como si te necesitara, pero luego me doy cuenta de que te haría daño, de que nos haríamos daño mutuamente. Es como si te necesitara en mi vida pero a la vez fuera.

Siempre fue así

 Verdaderamente él siempre fue así, no había manera de darle la vuelta a las cosas y que pareciera distinto. Sonreír era su rutina.
Su desgastado y caducado humor me sacaba de las más sinceras sonrisas, algo que muy pocas personas podían hacer. Su oscuro cabello, que caía rebeldemente sobre su rostro, que a la vez caía lacio marcando cada centímetro de su mandíbula, sus verdes ojos, que transmitían más que un abrazo en un día triste, y por último su blanca y suave piel. Simplemente era perfecto; desde su personalidad hasta su físico.
Tocaba las más melodiosas notas en su vieja guitarra, unas melodías que, al cerrar los ojos, te envolvían y sentías que las notas se colaban entre los poros de la piel, llegando a tu sangre y relajando tus pulsaciones.
La habilidad que tenía al jugar con las cartas, los chistes que contaba, la esencia que desprendía. ¿Cómo iba a poder olvidar a semejante persona?
Se fue, como todo que se inicia y se termina. Empezó nuestra agradable amistad, pero acabó con tu marcha.
Me arrepiento de no haberte dicho nada en todo aquel tiempo, me arrepiento de no haber sido valiente, me arrepiento de ser tan cobarde.

Cartas de amor caducado

 Siempre mandaba cartas, aquel desconocido que declaraba su amor a la persona equivocada. Desde hace tres meses recibía cartas para una mujer, claramente no eran para mí ya que soy un hombre. Recibía cuatro cartas por semana, las cuales guardaba con una pizca de cariño. Después de aquellos tres meses decidí investigar sobre aquel misterioso remitente, pero había fallecido hace ya un tiempo. Miré en una de las cartas la dirección y me dispuse a ir. Una sencilla casa de color blanco y tejas rojas, con una valla blanca que bordeaba el solar. Me abrió la puerta una hermosa mujer de cabello rubio, ojos color miel y piel clara.
-¿Desea algo?-Preguntó.
Su voz me envolvió en un aura de relax… Después de salir de mis pensamientos saqué una de las cartas y se la mostré.
-Ah, ya veo.-Se hizo a un lado.-Pase, por favor, ¿quiere tomar algo?
-No, gracias, tan solo venía para saber quién me mandaba todas las cartas.-Mire a mi alrededor.-El remitente está muerto así que me entró curiosidad.
-Soy su hija.
-Perdone.
-Fue hace tres años, pero encontré hace poco las cartas y tenía la necesidad de que alguien más que yo las leyera, son increíbles.
-¿A quién están dirigidas?-Pregunté curioso.
-A mi madre, mis padres se separaron cuando yo era pequeña. Mi padre escribió todas esas cartas mientras estaban juntos, pero nunca se las dio. Mi madre se mudó y nunca supo de la existencia de dichas cartas.-Se rascó la nariz.- ¿No las has tirado?
Sonreí.
-No, al contrario, las he guardado… Son muy… No sé qué decir.
Me cogió de la mano.
-Gracias…
Le miré fijamente a los ojos. Dios, qué bonitos eran, si tuviera que describir la perfección diría que era ese bello ser que se hallaba en frente de mí.
Quizás nunca lo hubiera imaginado, nunca habría imaginado que las cartas de un hombre a su ex-mujer, ambos  fallecidos, unirían a dos personas totalmente ajenas involucrándolas en una nueva relación.

Aún no estoy preparado para el cambio

 Es aquella nana que me recuerda mi infancia, esa nana que siempre me cantabas. Aquella desolada mansión en mitad de la nada, apartados del mundo, donde sólo tu hermosa voz me acompañaba. Padre siempre estaba fuera de casa y apenas le veía, en cambio tú pasabas día y noche en mi habitación cantándome, y de vez en cuando sacándome a dar una vuelta por los grandiosos jardines que rodeaban la gran casa. Una casa vacía de sentimiento donde vivíamos, una casa donde poder esconderte, perderte y nunca encontrarte. Me prometías el cielo y el mar, un hermoso mundo del cual poder disfrutar, un mundo donde poder ser libre. Ahora que no estás mi vida ha cambiado, ahora que vivo fuera de esas paredes que me protegía mi vida ha sufrido grandes estragos, siendo esclavo de mis sentimientos, siendo esclavo de lo que tú siempre me contaste con tanta calidez. Quizás aún sea ese niño que se escondía detrás de su madre, quizás sea aún ese niño que miraba a la luna como si fuera la cosa más bonita que haya visto en su vida, quizás no estuviera preparado para este cambio y aún añore tu voz y tu cariño.

 Sólo buscaba ese suspiro arrancado de tu garganta, ese suspiro que me hacía soñar, ese suspiro que me hacía feliz. Tus sencillas palabras hilvanadas entre sonrisas, miradas cristalinas que decían más que tus cuerdas vocales, caricias dulces, expresiones rebeldes. Me fui ahogando lentamente en el orgullo de no pedir perdón, me fui ahogando en mis propias lágrimas, cavando yo mismo mi propia tumba. Qué difícil es pedir perdón cuando las cosas se han complicado, qué difícil es pedir perdón cuando tú eres el que agrava la situación. Simplemente una persona egoísta, orgullosa, narcisista y egocéntrica como yo no es capaz de pedir perdón.
Andabas detrás de mí siempre diciendo "te quiero" y yo esquivaba tus palabras. Andabas detrás de mí pidiendo perdón por cosas insignificantes y yo te ignoraba. Te gritaba por cualquier nimiedad.
Solo te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes; cuando te vi abrazado a él sentí que mi pequeño jardín de ilusiones se incendiaba. Fue entonces cuando por primera vez lloré, cuando mi corazón se encogía, cuando me dolían los pulmones de mi entrecortada respiración; fue cuando me di cuenta de que estaba enamorado.

Tan sólo era una niña perdida en un bosque, una niña que se había escapado de su grupo. Alguien que quería respirar en soledad, alguien que quería admirar su alrededor en el absoluto silencio. Corría entre los árboles, las hojas secas crujían, la niebla empezaba a apoderarse de la zona. ¿Qué haría ahora, que no tiene a dónde ir? Mira nerviosa el entorno ¿Habrá algún animal salvaje? Incrédula niña que se cree mayor e intenta explorar los alrededores, aún no tienes la suficiente edad para volar como un pájaro libre.

   Inconscientemente siempre cogías mi mano, sin llegar a pensar que se pudiera originar en mí un sentimiento tan fuerte. Me cogías la mano, me mirabas y me sonreías; esa era la rutina. Una y otra vez lo hacías, pero con el cariño de la amistad de apoyo, aún yo queriendo que ese cariño variase durante unos minutos, suficientes para disfrutar de tu compañía. Te quiero, te deseo… ¿Palabras mayores? Te amo. Me sonríes y me miras, regalándome sin condiciones lo que nunca será de mi posesión totalmente. Algo de lo que disfruto pero que  me hace esclavo, quizás sea un dolor dulce, un dolor cálido; un dolor que soportaré en esta amistad por ver tu sonrisa cada mañana, por sentir el tacto de tu suave mano en mi áspera piel.

Un cigarrillo a medio consumir, un hombre en el suelo que derrama lágrimas mientras mira a un punto indefinido del cielo, apoyado en una tumba de piedra, deshaciéndose en dolor.
El pasado, sí, el pasado. Nunca debería removerse, pero yo lo hacía aun sabiendo las consecuencias. El cálido tacto de tu piel sobre la mía, tu perfume, tu sonrisa, tus besos…Todo destrozado por las imágenes que me atormentan día y noche. Maldita sea la hora en que cogí el coche, maldita sea la hora en la que decidí adelantar al de enfrente colándome en el carril contrario, malditos los neumáticos que resbalaron en el mojado suelo y que nos hicieron impactar contra aquel camión. Mi vida entera se basaba en el luto y en tu recuerdo, acercándome cada mañana del mes de abril a donde yace tu cuerpo sin vida. Un lugar que me roba el alma sin compasión. Cada tumba, cada flor, cada epitafio me hace morir por dentro y manifestarlo con un descontrolado llanto a los pies del nicho. 

Falsas esperanzas que hunden mi ser

 Es ese frío aterrador el que me recuerda tu sonrisa... Han pasado tantos años desde la última vez que te vi que a penas recuerdo tu rostro. Paseo por las mismas calles donde nos solíamos ver, frecuento los restaurantes y cafés donde nos reuníamos, con falsas esperanzas de volverte a ver.

Felicidad hecha añicos

  Ayer puse la televisión después de mucho tiempo y vi tu programa favorito... Corrí hacia el teléfono para llamarte y decírtelo... Pero fue cuando entonces me desmoroné, recordando que tú ya no estabas a mi lado y que nunca regresarías, pues a donde te marchaste no hay vuelta jamás.

La muerte de los amantes 2ª Parte

Leonard, nunca apareciste… llegué a pensar que nunca recibiste la nota, pero mi criada me afirmó que llegó a tus manos. Te esperaba en la panadería, donde poder huir contigo, pero nunca apareciste. Me deshice en lágrimas, esperaba que vinieras a por quien amabas. El corazón se me fragmentaba en pedazos, de los cuales pocos quedaron juntos. Mis piernas temblaban ante la idea de no verte y tener que estar casada con alguien a quien no amo. Te deseo, te necesito… No puedo vivir toda una vida llorando a espaldas de los demás… Prefiero morir a vivir arrodillada ante ese bastardo. Una esclava, sólo sería eso, alguien con mi futuro esposo  se desahogue cuando llegue ebrio, alguien que debe formar una familia para contentar a sus padres, alguien que no sirve de nada en esta sociedad… Corrí hasta el bosque, donde nadie pudiera verme llorar,  donde ni las ánimas pudieran encontrarme, un lugar donde mi corazón pudiera morir en silencio.

La muerte de los amantes 1ª Parte

    Un simple poeta que se enamora de la persona inapropiada, ése era yo; Leonard, que se enamoró de lady Marion, que a su vez estaba prometida con el primo del rey.  Escribí mil y un poemas retratando su exuberante belleza; sus ojos cristalinos, que dejaban ver la verdad; su largo cabello, como si de hilos de oro se tratasen…Su esbelta figura, su grácil andar… Toda ella era inspiración para los más rebuscados poemas.
Mis visitas a su alcoba se repetían a menudo. Ella decía que me amaba… ¿Era verdad o sólo me quería por mi escritura? Un don que a la vez me corroía, un veneno que traspasa la piel y deja huella en el papel. Mi intimidad se reflejaba en las hojas sueltas donde me desahogaba.
Marion ya no estaba a mi lado, me había traicionado. No soy persona sin ella, mi razón me abandonó, me sumí en las más oscuras palabras que empezaban a rodearme. No había razón, no había sentido de vida sin su sonrisa, sin sus miradas. Dejé que el peso de mi cuerpo hiciera lo que yo no me atrevía a hacer. El mar chocaba violentamente contra  las rocas del acantilado, la lluvia limpiaba el rastro de mi vida en la Tierra, el agua me rodeaba. Noté el impacto de mi cuerpo contra las rocas del fondo…Fue cuando la oscuridad me rodeó, sin dejarme escapar, huyendo a otro mundo, donde no pueda llorar.





El tiempo a veces no cura las heridas


  “Gracias por quererme” Fueron tus últimas palabras. En un acantilado, allí estaba sentado, derramando lágrimas que morían en la inmensidad del mar que se hallaba debajo de mis pies. Allí te llevaba en tus últimos días, para contemplar los atardeceres mientras el agua chocaba sutilmente contra las rocas produciendo una melodía relajante…Pero hoy el día se ennegrecía, el cielo estaba encapotado por las nubes y el oleaje chocaba violentamente. Faltaba algo, me faltabas tú. Estúpido universitario que se enamora de su profesora de literatura, estúpido universitario que nunca fue capaz de defenderse por sí solo. Aun sabiendo de tu enfermedad terminal te quise como nunca quise a nadie, siempre me recordabas tu cercano final, pero yo hacía oídos sordos ya que siempre pensé en un futuro junto a ti.
Ahora soy profesor de literatura en la universidad donde tú un día lo fuiste, y tengo mi corazón cerrado a las personas… Quizás un nuevo amor haga olvidar, quizás un nuevo amor me realce la apagada vida que llevo desde entonces...Pero me niego a olvidar tu sonrisa, me niego a permanecer al lado de otra persona que no seas tú, me niego a sustituirte… 

¿Cuántas maneras de morir conoces?

  Quizás muchas y empiezes a enumerar, o quizás ninguna y entres en "Google" a buscar maneras de morir... ¿Pero la más dolorosa? Para mí es la traición (Te va ahogando, no puedes respirar, lloras descontroladamente)
No hay peor forma de sentir dolor que sentir la traición de un ser amado.
La bella rosa nacida de la semilla más cálida del mundo; el amor, crece sanamente hasta que alguien la atraviesa, con mentiras, engaños o similares. Esta rosa empieza a sangrar, las lágrimas amenazan con caer de tus ojos, deslizarse en tus mejillas y perderse sin rumbo aparente pero muriendo en tus labios.